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sábado, junio 27, 2009

EXTRANJERO



En esta tierra de larga melancolía
Donde los pies caminan en desierto
Donde se extravía el pan de la boca
Donde el vino no alcanza el cáliz
Extranjero tú
Emigrante de sueños azules
Expatriado de horizonte
En suelo latinoamericano que añeja y duele
Polvareda de arquitectos esta simiente de concreto
Extranjero tú
Miembro del global de la nada
Adicto a la penumbra
(Oveja otra formada por la hiel)
Vienes a dejar el llanto y Con un beso
Te poseo humedecida De la tristeza
Propiedad de tu manta Único bien que te deja la zozobra y el insomnio
Penumbra el mañana que te niega la obra
Extranjero del orbe Obrero del silencio



FOREIGNER

In this land of long melancholy
Where the feet walk in desert
Where the bread of the mouth gets lost

Where the wine does not reach the Foreign chalice
Foreigner
Emigrant you of blue dreams
Expatriate of horizon
In Latin-American soil that grows older and hurts
Architects' Dustcloud this seed of concrete
Foreigner you
Member of the global one of nothing
Addicted at all to the semidarkness
(different sheep formed by the gall)

You come to leave the weeping and
With a kiss
I possess you moistened

Of the sadness

Property of your blanket
The only good that leaves the uncertainty and the insomnia you

Semidarkness the tomorrow that denies the work to you
Foreigner of the orb

Semidarkness the tomorrow that denies the work to you
Foreigner of the orb
Worker of the silence

lunes, mayo 11, 2009

Cincel

Qué disparatada

Coincidencia

Haberme encontrado

Contigo

Qué salto al vacío

Tropezaste

Con mis lentes oscuros

Encubrían

Ojeras y cejas perdidas

Con resignación

Camino a tu lado

Hablas de tu nuevo libro

Yo pienso en el nuevo texto

(En el mío)

De poema no tiene nada

-dices-

(Tengo la leve impresión que balbuceas)

Tu nuevo texto-agregas-

Eres tuerto –digo-

Trazo en tu cara un ojo

Es un cincel

Exclamas horrorizado

Sigues

Esclavo

De añejas formas

Insisto

Los signos

Son

Dignos

Inversos

Reversos

Diversos

Dispersos

Histéricos

Lúcidos

Brillantes

Multicolores

Desfachatados

Desvergonzados

Trazo un puente colgante

Las palabras te llevan al río

Oh, sí- Oh , sí-Oh, sí

Tu cara de espanto

Fue

Lo último Que Vi

jueves, septiembre 04, 2008

La creación poética


La creación poética dibuja un mapa alternativo del mundo

Hay una geometría secreta en el lenguaje poético que refleja la estructura metafórica de la conciencia

La creación poética es la creación de un mapa del mundo que nada tiene que ver con la linealidad de nuestra antigua cultura occidental, que estuvo atrapada en el concepto del progreso. Como ocurre en el poema, en la realidad también sucede que todo está en todo. El lenguaje poético lo sabe, el poeta se sorprende al descubrirlo en su proceso de escritura, y el lector regresará a esa concepción de lo que le rodea al acercarse a la poesía. La metáfora del lenguaje poético es la figura literaria que nos permite un conocimiento mayor de las paradojas que otorgan sentido, ante nuestras propias conciencias, al mundo que nos rodea. Por Yaiza Martínez.


El lenguaje artístico. Wycliffe.
Al inicio de toda observación, el ser humano no vislumbra el caos. Desde el principio conoce desde una fuente interpretativa existente en él que genera el sentido. No es un orden pudoroso ni estricto. No es un esquema kantiano de categorías. Es una forma de creación, la mayor parte del tiempo inconsciente, con la que el hombre hace al mundo y, también, con la que el mundo hace al hombre.

La idea de progreso la utilizo aquí para ejemplificar el mapa que más arraigado estuvo, en la Antigua Era, en la cultura occidental. Quizá también porque me parece la antítesis de la cartografía que emerge del lenguaje poético. El poema no es una línea –tal vez haya una organización lineal de palabras, versificación, relato e intensidad lírica-, sino que va más allá de la linealidad progresiva que, bien empleada, puede enriquecer su mensaje.

Hablemos del orden del poema desde otra perspectiva (estamos en la Era del Arte, las paradojas se tocan), puesto que hay una geometría secreta e implícita en el lenguaje poético, ajena a la posible organización lineal de su estructura. Se trata de una geometría, sin duda, metafórica u holística.

El tiempo de la simultaneidad (por tanto, el no-tiempo), suele levantar del poema un orden ajeno a lo que normalmente conocemos como tal, un nuevo orden que no nos habla de la linealidad sino de las coincidencias, sincronías, de la forma en que penetra la conciencia humana en el mundo (y, por supuesto, el mundo en la conciencia humana, puesto que conocer es ser y ser es conocer).

Geometría contenida en el lenguaje

Apartémonos del conocimiento de los laboratorios, de las condiciones ideales en las que los esquemas newtonianos funcionaban a la perfección. Hablemos de otro tipo de conocimiento: aquél que une al ser humano con su entorno y que se parece más al círculo que al cuadrado.

Teoricemos sobre un tiempo inexistente, sobre un grupo de palabras en el que cada una de ellas se refiere al resto de las palabras del grupo simultáneamente, sobre la estructura que emerge en la creación poética y que diferencia este tipo de lenguaje del resto de los lenguajes empleados por el hombre.

Esa cartografía sutil es finísima geometría que el lenguaje conoce. Podemos pronunciar “ala” –diriase que tiene un orden lineal a-l-a, una continuidad fonética que empieza y acaba-. Escuchemos de nuevo la palabra: “ala” y digamos entonces que no vemos sólo el ala de un ave blanca. Vemos sutiles connotaciones que enraizan con estructuras simbólicas y referencias antiguas, con recuerdos colectivos e intenciones espirituales, con memorias personales y comunes, con manchas emocionales y sentimientos que siguen el rastro de la imagen que hilamos a la palabra.

El lenguaje poético potencia esa magia de la palabra, en la que no nos limitamos a emplear el lenguaje en una sola dirección significativa (no acudimos a la utilidad, característica esencial del progreso, antagonista de la maravillosa y necesaria sorpresa que produce la “inútil” contemplación, sino que aprovechamos la polisemia de cada uno de los vocablos de una lengua). El poeta, cuando se sumerge en el vocabulario con la intención de “decir” poéticamente, entra entonces en la geometría (¿la verdadera geometría de la realidad?) del lenguaje, penetra en la multiplicidad de significados y, entonces, ocurren dos hechos igualmente relevantes, que explicaré a continuación.

El primero de ellos es que emerge en el poema la estructura metafórica de la conciencia, reflejada en el lenguaje –un mapa alternativo para una era artística, un mapa que ante nuestros ojos genera un mundo en el que el tiempo es la simultaneidad de elementos distantes y en el que la memoria, las vivencias del presente y las posibilidades del futuro se unen-.

El segundo es que el lenguaje supera al escritor. Su trabajo con él lo engarza con esa herramienta que es mucho más antigua que él, que contiene memoria, que sabe y conoce, porque ha hecho incontables recorridos hasta llegar a su mente.

La metáfora como forma de conocimiento del mundo

Una forma de conocimiento muy marcada en la Antigua Era (aquella era monoteísta que comenzó cuando se pronunciaron e impusieron los nombres, puesto que hay varios nombres, de un solo “dios”) es la definida por el binomio causa-efecto, el trinomio ayer-hoy-mañana, esto es, la aceptación del concepto absoluto de un tiempo lineal (cualquier aceptación de un concepto definido como absoluto me parece sólo un acto de fe); la distinción entre el yo-tu-él-nosotros-vosotros-ellos, etc. La forma de conocimiento de esa antigüedad dio a luz sin embargo a una nueva cosmovisión.

Durante todo el siglo XX, la física subatómica nos demostró que las partículas cuánticas modifican sus conductas en cuanto un observador las mira (conciencia sobre el mundo, cuestionamiento del clásico causa-efecto), que el tiempo es relativo (Einstein), que el concepto de inconsciente colectivo (Jung) quiebra en parte la separación aparentemente absoluta entre los individuos, y que la sincronicidad (David Peat) es un fenómeno observable que demuestra que la realidad se organiza –gracias a la intervención en ella de las conciencias individuales o colectivas- haciendo emerger puras metáforas en medio del maremagnum de lo contingente (¿es que habla el todo?)

La metáfora como conocimiento del mundo es, por tanto, y sobre todo a partir de lo que los filósofos -léase físicos- del siglo XX pudieron vislumbrar, un mapa tan válido como el lineal y progresivo para entender la realidad (algunos sospechamos que es más válido y que está más apegado a ella, que se le parece más, pero intentamos contener la muletilla de la fe para no acabar simplificando y asesinando lo inabarcable, para no quedarnos sin ello).

Metáfora : Tropo que consiste en trasladar el sentido recto de las voces a otro figurado, en virtud de una comparación tácita. La metáfora nos permite un conocimiento del mundo ajeno al tiempo lineal: el poeta, en su creación, tiene –como probabilidad- la capacidad de ver todo en todo, gracias a una comparación tácita que se deriva de su propia conciencia.

El “ala” puede ser un simple “ala”, ¿pero acaso no es más que un ala, una visión desde las alturas, una comprensión de lo terrestre, una trascendencia de los hechos? ¿Cuál es el ala verdadera, la del ave de corral o la que nos permite sobrevolar las ciudades con la imaginación? ¿Hay una más verdadera que la otra? ¿No son una sola cosa en el lenguaje poético? ¿No abarca todos los significados posibles, que sólo la conciencia del poeta determina?

(Debo decir que en esa determinación es siempre el lenguaje el que elige, mientras el poeta “oye”, lo que no implica la enajenación del creador por la inspiración sino, más bien al contrario, una entrega respetuosa a una inmensa y honesta laboriosidad con la herramienta).

Un mapa alternativo

Cambiemos la línea por la visión holística, y entraremos en el pueblo de la magia. El lenguaje poético nos lo ha mostrado desde hace tiempo, porque esa conciencia del mundo parece inherente a él. No estamos inventando nada –puesto que el lenguaje precede al poeta-, pero el siglo XX nos ha dejado rastros de comprensión también para lo que desde hace mucho tiempo ha sido ese lenguaje.

Un “ala” no es sólo un “ala”. La palabra ya no es un único concepto. Es intercambio entre la conciencia humana y la realidad. Esa es la fuerza que la palabra poética tiene en su individualidad. El lenguaje poético, cuando hablamos del conjunto de las palabras que conforman una expresión artística determinada, cuando consideramos un solo poema limitado por el principio y el final de las palabras que lo conforman, tiene asimismo la capacidad de combinar la multiplicidad de los sentidos de varios vocablos a la vez, generando de esta manera una estructura geométrica cargada de significado, prácticamente tridimensional.

El conocimiento que nos llega del poema es pesado y afilado a un tiempo -¿alguien podría decir que un buen poema no inunda, casi materialmente, nuestro espacio interior, nos hace conocer, ver por vez primera, cosas que jamás vimos de igual modo?-

Emerge de esa combinación estructural cargada de metáfora y de sentidos velados y/o literales una visión del universo –o de cualquier aspecto de éste seleccionado- que nos permite relacionar elementos distantes, que une las paradojas, que otorga sentido gracias a la reunión de conceptos hasta ese momento alejados para nuestra percepción.

Y entonces, la comprensión –esto es, la vivencia- del mundo que nos rodea se enriquece, gana en complejidad, se embellece. La experiencia estética es, por tanto, un derivado espontáneo del esfuerzo o de la consecución de la toma de conciencia sobre el mundo, a través de la palabra.

Esa combinación estructural genera un mapa del mundo. No es lineal, no es progresivo, habla de la simultaneidad de elementos distantes, coincidencia en el universo de sentido; habla de la necesidad y de la utilidad de la paradoja en el conocimiento del funcionamiento metafórico de la realidad –la conciencia vertida sobre el mundo convierte a éste en un caos significativo-.

La poesía, por lo tanto, se convierte en una lente que nos sirve para saber algo más de la verdad, con su manera de expresarla: alejada del progreso de la Antigua Era, del tiempo lineal, de las distancias falaces (aunque útiles) nos hace comprender las deficiencias de la vieja cartografía e hila nuestra conciencia con las metáforas que componen las relaciones entre todo lo que nos rodea.

Fábula Metafórica. Putterman.
El poeta superado por su herramienta

El espacio lingüístico en el que penetra el poeta no pertenece al artista. Indudablemente está en él y de alguna forma es él mismo, pero no se limita al escritor. La experiencia creativa nos enseña que el lenguaje es una herramienta dúctil, transgresora y superior a aquel que lo emplea. Es más antigua que nosotros e infinitamente más sabia.

Suele ocurrir que el poeta, al iniciar su labor, crea que domina su pretensión de decir, que algún elemento –al que podríamos llamar “inspiración” o comprensión repentina, intuición, tal vez- es la causa de su inclinación hacia la palabra. Terminar un poema nos deja una sensación bastante diferente: el lenguaje tiene sus propias intenciones.

Inicialmente usamos el lenguaje y, poco a poco, notamos que el lenguaje nos utiliza. Pura arqueología de la memoria y de la conciencia humanas se asienta en el sencillo decir, que de pronto cobra una profundidad y una trascendencia que poco tienen que ver con nuestra modesta posición frente a la pantalla o el cuaderno.

El lenguaje parece un organismo vivo, consciente, único y lleno de sentidos diversos, inteligente e intencional. El poeta entra entonces en el espacio de lo sagrado y se interrelaciona con ello bajando la cabeza.

El decir poético tiene poco que ver con los autores. Temáticas biográficas nos llevan a temáticas universales. Cuestiones personales se convierten en cuestiones globales. La encarnación de la experiencia en la intensa expresión de la palabra trasciende la propia encarnación.

Todo eso nos lleva a preguntarnos sobre la naturaleza del lenguaje. ¿Por qué nos supera? ¿Por qué es más largo, ancho, profundo, grande que nosotros? La inmersión en la palabra poética como respuesta a un impulso personal de creación nos arrastra hacia la conciencia de dicha palabra, de dicho conjunto de palabras, que parecen decir más allá de lo que teníamos en mente al comienzo del ejercicio poético.

Conocer a través del lenguaje

El poeta se enfrenta entonces al gran hallazgo: su amor por la palabra, la intensidad de los desvelamientos, la ampliación de su conciencia por la escucha, y la necesidad de volver una vez tras otra a conocer a través del mundo del lenguaje.

El lenguaje poético no es una herramienta útil. El poeta se da cuenta de repente de que es más usado por el lenguaje de lo que él podrá jamás usar la palabra para sus propias pretensiones. El lenguaje se vuelca a través de él –eso deviene del hecho del trabajo, de la laboriosidad, de la penetración, quizá a la inversa de lo que pueda ser la “inspiración” repentina-, y se hace presente gracias a la atención incondicional del poeta.

De este material indómito procede el ritmo –que parece una forma más de conciencia-, la verdad –entendida la verdad como un asentimiento interior y convencido del poeta ante lo que se desvela en la palabra-, la belleza –la estética es en la poesía fruto de la repentina comprensión, del aumento de conciencia ante las cosas o ante los hechos-, y el orden –entendido el orden como una ganancia de sentido que se impone al maremagnum, al caos de la realidad que nos rodea. La poesía es una forma más de interpretación-.

De este material procede, por tanto, una forma de riqueza. Pero nunca el poeta posee al lenguaje sino que es dignificado por él en tanto en cuanto el creador se digna a atenderlo y a reproducir su propia intencionalidad. El acercamiento a la palabra poética es un acto individual y voluntario, sin embargo, en esa transformación del mundo que produce la creación de un poema, el poeta nota que es el lenguaje lo que le ha cambiado a él. El intercambio productivo de la creación poética entre poeta y lenguaje no es, a mi modo de ver, equitativo: el poema permanece porque está fundado con la palabra poética, pertenece al no-tiempo, al no-espacio, mientras que el poeta sin lugar a dudas desaparecerá en el tiempo. ¿Qué hubo antes y qué quedará después? La herramienta, que supera con creces las manos que la vuelcan, aunque esas manos hayan poseído también la capacidad de enriquecerla un poco más.

La energía del lenguaje. The Experiment Network.
Conclusiones

La creación poética es la creación de un mapa del mundo que nada tiene que ver con la linealidad de nuestra antigua cultura occidental, que estuvo atrapada en el concepto del progreso. Se puede decir que, como ocurre en el poema, en la realidad también sucede que todo está en todo. El lenguaje poético lo sabe, el poeta se sorprende al descubrirlo en su proceso de escritura, y el lector regresará a esa concepción de lo que le rodea al acercarse a la poesía (no es la única manera, pero es una de ellas, a mi modesto modo de entender).

La metáfora del lenguaje poético es la figura literaria que nos permite un conocimiento mayor de las paradojas que otorgan sentido, ante nuestras propias conciencias, al mundo que nos rodea. El no-tiempo y el no-espacio son característicos del poema, que genera un universo especular del universo exterior, permitiéndonos conocer una verdad distinta a la que nos presentaba la vieja cartografía (lineal).

La polisemia del vocabulario poético y de las composiciones poéticas en sí hace emerger universos de sentido a partir de un grupo de palabras, universos que nos permiten conocer algunas formas de la realidad por vez primera, que ponen un orden de poderosa aunque sutil geometría en el caos, y que enriquecen nuestra conciencia.

Por último, el lenguaje es mayor que el poeta, y éste ha de realizar una labor de arqueólogo, no ya para desvelar el significado de sus propias experiencias –de las que quizá parta su trabajo-, sino para perpetuar y descubrir el conocimiento inherente a la herramienta, lo que late en la intensidad de la palabra. De lo contrario, la creación poética suele quedar vacía, puesto que si no se atiende a lo que el lenguaje poético nos revela, la individualidad se apodera de la forma, y perdemos el vínculo con el decir originario.

El poeta debe ser consciente de la naturaleza de aquello que utiliza, y permitir que el lenguaje poético haga uso de él al mismo tiempo que trabaja. Aunque en este sentido, me parece que se da un intercambio desigual, como he explicado: quizá si nos damos cuenta de esa desigualdad, dejen de importar de una vez por todas los poetas para que comencemos a valorar el lenguaje poético, la herramienta, en su justa medida: sólo la conciencia y la atención nos permitirán ir más allá, aunque sólo sea unos instantes, de los continuos mapas (del pasado, del presente) que nuestra fuente interpretativa genera sin poder parar.





Poeta y narradora, Yaiza Martínez Montesdeoca es Licenciada en Filología Hispánica (UCM). Libros de poesía: Rumia Lilith (2001) y El hogar de los animales Ada (en prensa. Editorial Devenir). Es también autora de las novelas inéditas Las mujeres solubles y La Pangea de Elisa Merlo. Poemas suyos han aparecido en diversas publicaciones como El signo del gorrión, Vera, Los noveles o ABC Cultural. Ha traducido El Señor de Ballantrae de R. L. Stevenson (2005). Ha ejercido la crítica literaria en la revista Reseña. En la actualidad es Redactora-jefe de la revista de Ciencia y Humanidades Tendencias21. Este artículo se publicó originalmente en 7de7.net. Se reproduce con autorización. Yaiza Martínez edita asimismo el blog Literaria de Tendencias21.

lunes, abril 28, 2008

Conferencia de Borges "La creación poética"

Me piden que hable de la creación poética. (...) La creación poética (...) parte de la memoria y la memoria está hecha sobre todo de olvido; ya que la memoria, como dijo Bergson, escoge lo que quiere o debe olvidar. Yo escribí un cuento sobre un hombre abrumado por una memoria infinita, ese cuento se llama "Funes el memorioso". Felizmente nuestra memoria no es infinita, uno puede olvidar, uno puede inventar. Y todavía hay otro hecho: que cada lengua es una tradición, una tradición literaria y poética. Yo no estoy seguro de que la palabra lune, por ejemplo, en latín, en español, en italiano, en portugués o en rumano sea la misma palabra que la palabra lune en francés. La palabra lune es más fina y además es una sílaba, como esa palabra inglesa, muy larga, moon.

Todas esas palabras no significan lo mismo, todas esas palabras corresponden a una literatura anterior, es decir, si digo lune hay que pensar que esa palabra ha pasado por Verlaine, que la palabra moon ha pasado por Shakespeare y que la palabra "luna" ha pasado por Virgilio; entonces, cada lengua es una tradición.

Con relación a la creación poética he leído algunos libros de estética, conozco mi Aristóteles, mi Benedetto Croce, por ejemplo, pero he preferido leer las reflexiones de los escritores. Sé que hay dos teorías extremas de la poesía. La primera, que sería la segunda en el tiempo, sería la de aquel gran poeta romántico, Edgar Allan Poe, al cual todos debemos alguna cosa, como a Walt Whitman. La teoría de Poe, que él ha expresado en su Filosofía de la composición, es que la poesía, la creación poética, es un acto intelectual. Bien, yo estoy seguro de que él se equivoca. El tomó su propio poema, un poema que ha sido bien mejorado por sus traductores, por Baudelaire, por Mallarmé —"El cuervo"—, un poema bastante mediocre en inglés, y explicó cómo llegó a ese resultado. Según él, comenzó por la idea del refrán; la importancia, la fuerza estética del refrán. Entonces pensó: los dos sonidos más sonoros de la lengua inglesa son [eer] y [oor], entonces llegó, inmediatamente, según él, a la palabra nevermore y después pensó: es bastante extraño que un ser dotado de razón repita continuamente la misma palabra, entonces pensó en un animal, pensó en un loro, pero en fin... la dignidad poética le hacía falta. El leía en ese tiempo Barnaby Rudge de Dickens y ahí encontró un cuervo, entonces el cuervo le sugirió el busto de Palas, el busto le sugirió una biblioteca y siguió así, por un sólido razonamiento, hasta la escritura de su bastante mediocre poema "El cuervo". Según él, comenzó por el último verso, Shall be lifted nevermore!, y después escribió el resto para llegar a ese fin, un poco melancólico, diría yo. Y bien, esta teoría de la composición poética como un acto intelectual, como una serie de razonamientos y de silogismos es, me parece, del todo inexultable. Es extraño que esa idea clásica sea la obra de un gran escritor romántico, como lo era sin duda Edgar Allan Poe, sobre todo siendo que él no escribía versos sino maravillosas fábulas en prosa, por ejemplo, Las aventuras de Arthur Gordon Pym.

Y tenemos la otra idea. Es la antigua idea de la inspiración. Esa palabra es demasiado grandiosa para mí, pero ¿por qué no aceptarla durante el curso de esta charla?... Y bien, la idea de la inspiración es la idea del poeta como secretario, digamos: como alguien que recibe el dictado de una fuerza desconocida. Entonces. los griegos pensaban en las musas, los hebreos pensaban en los reyes, en el espíritu... Esa idea es más posible. Se puede pensar también en lo que el gran poeta irlandés William Butler Yeats llamaba great memory, la idea de que en cada uno de nosotros yace la memoria de nuestros ancestros. Somos infinitos. Entonces el poeta no se puede reducir a su realidad personal y recibe cuando escribe esa gran memoria. Se podría pensar también en los arquetipos platónicos, eso sería lo mismo; es decir, uno tiene todo y uno lo expresa.

Y bien, eso puede aceptarse o no. Una cosa es más verosímil que la otra. Yo quisiera hablar de mi larga experiencia, mi modesta experiencia. Yo pasé... yo consagré toda mi vida a la literatura. Siempre supe, desde que era un niño, que mi destino sería literario, es decir: yo me veía siempre saturado de libros como en la biblioteca de mi padre, quien quizá me dio esa idea. Y bien, sabía que pasaría toda mi vida leyendo, soñando y escribiendo, y tal vez publicando, pero eso no es importante, no hace parte de un destino literario, pero en fin... yo hice eso. Hice lo posible, no por leer todos los libros, como decía Mallarmé, sino, en fin, para leer los libros que me gustaban. Tuve conciencia de que la lectura debe ser considerada no como una carga, sino como una fuente de felicidad, posible y fácil. Entonces voy a contarles, puesto que estamos hablando de una manera tranquila, espero, mis experiencias personales. Y bien, yo camino por las calles de Buenos Aires, por la Biblioteca Nacional, que dirigí hace un tiempo y que dejé después, y, de pronto, siento que algo va a llegar. Entonces espero. Ese algo llega. Es quizá una fábula, una noción cualquiera, que no concibo de manera clara, pero percibo siempre el comienzo y el fin y después me toca inventar lo que hay entre esas dos cosas. Hago lo que puedo. Después siento que esa idea exige, digamos, un cuento, un poema, un ensayo. Eso me es revelado después...

Las teorías pueden ser útiles para estimular la poesía. Por ejemplo, yo no creo en la democracia, es una cuestión estadística para mí. Pero esa idea ha hecho de Whitman un gran poeta. La idea de la democracia, esa extraña idea de escribir un libro con un personaje... un triple personaje, una suerte de trinidad. Pues el Walt Whitman de Hojas de hierba es el periodista Walt Whitman que lo escribe; una imagen muy magnificada de su propia vida y esta idea es genial... Es decir que cada lector es un poco Walt Whitman, Walt Whitman se dirige a él; cuando uno lee el libro piensa haberlo escrito de una cierta manera. Y hay un hecho que quisiera señalar, bastante extraño, y es que todo el mundo imitó el resultado de Walt Whitman. Todo el mundo; por ejemplo, Lee Masters, por ejemplo, Neruda, por ejemplo, Carl Sandburg —puede ser su mejor discípulo americano—, en fin... todo el mundo imitó aquello a lo cual él llegó, pero nadie ha repetido esa extraña experiencia de un héroe que fue tres personas: el escritor; una imagen glorificada del escritor y el lector. Y bien, ésa es una manera de trabajar.

Pero, a veces, mi punto de partida fue un texto cualquiera, ya que, entre las experiencias humanas, quizá una de las más bellas, una que asegura la felicidad de una cierta manera, es, como lo sabemos todos, la lectura. O, como decía Emerson, otro gran poeta: la poesía nace de la poesía; o, lo que yo dije anteriormente: la poesía nace del lenguaje, pues cada lenguaje es una manera de sentir el mundo, cada lenguaje es una literatura posible, incluso si no llega a serlo. Y bien, ésa es para mí otra manera de la creación poética.

Pero hay otra manera que yo he empleado para mis modestos fines, esa manera es una reflexión cualquiera. Por ejemplo, la palabra "inolvidable", que yo pensé en inglés, un-for-get-table. Bien... Comencé por esa palabra. Me dije: todos los días empleamos la palabra "inolvidable"... pero si algo fuera inolvidable ¿qué pasaría? Uno no podría pensar en otra cosa. Si alguna cosa fuera continuamente inolvidable, entonces uno se volvería loco. Ese fue mi punto de partida para una historia que yo escribí, puede ser que ustedes la hayan leído... se llama "El zahir". Es una moneda de veinte centavos que es inolvidable. El hombre que la ha visto se vuelve loco al cabo de algunas páginas. Es un cuento bastante corto. Y en otra ocasión, partí de una reflexión abstracta también. Pensé en esa admirable invención teológica de la eternidad. Me dije: en la noción de eternidad se piensa que hay un momento, un momento divino evidentemente —no pertenece al hombre sino a la divinidad—, hay un momento donde se encuentran todos los momentos del tiempo, es decir, en un simple momento de la divinidad se encuentra todo el pasado, todo el presente y todo el porvenir. Y bien, pensé en una categoría más modesta que el tiempo, el espacio. Uno puede imaginar, por qué no imaginar, que en alguna parte hay un rincón donde se encuentran todos los rincones del universo, entonces escribí una historia que quizá ustedes han leído, "El aleph": yo no sé si es un buen cuento o no, ya mucha gente lo ha leído y lo han encontrado... legible, digamos.

Y bien, mi punto de partida, en esos dos cuentos, han sido esas dos ideas no muy interesantes, no muy nuevas que yo sepa. Y además hay otra cosa: cada vez que escribí sentí la emoción, la emoción de mi vida: yo creo que no se puede escribir sin emoción. sin pasión. La idea de la poesía como chorro de palabras es una idea del todo errónea, yo creo, una idea falsa. Y además. cuando uno ha vivido algo, cuando uno ha sentido algo, en un hombre de letras esto pide una forma (...)

En La Odisea se lee que los dioses dan desgracias a los hombres para que las generaciones siguientes tengan algo que cantar. Veinticinco siglos después, Mallarmé pensó lo mismo, pero él pensó en términos de un libro, dijo: "Tout abouti à un livre", es la misma idea, la idea de que nuestras experiencias son hechas para el arte, son hechas para hacer otras formas de arte. En este arte encontramos a primera vista que quizá el infortunio es más rico que la felicidad, la derrota es más rica que la victoria. La derrota puede hacernos pensar, mientras que en la victoria se mezclan las interjecciones, la vanidad: entonces el infortunio es mejor. Ciertamente todos tenemos nuestra parte de felicidad y de infortunio: pero la felicidad es un fin en sí mismo y no exige nada mientras que el infortunio debe ser transformado en otra cosa. Es decir, el infortunio sería la materia del arte, o también la nostalgia, la nostalgia está ligada a una felicidad perdida, a un paraíso perdido.

Hay un gran poeta en España en el presente, el gran poeta Jorge Guillén, que quizá es el único que haya cantado la felicidad presente. No la felicidad como el paraíso perdido, sino como si él estuviera en el paraíso. Yo no conozco ningún otro poeta que haya hecho eso. Whitman hace lo posible por cantar la felicidad, pero uno siente que él era un hombre triste, solo, y que su felicidad es un deber que él se impuso, que su felicidad es una faena, digamos.

Yo comencé, como todos los escritores, siendo barroco. Eso es una forma de timidez. Comencé siendo sorprendente y genio. En el presente sé que no lo soy. Yo quería ser Quevedo o sir Thomas Browne o Leopoldo Lugones y tantos otros... en el presente yo me resigno a ser Borges. ¿Qué otra cosa puedo hacer? Parece que, como yo, la gente se ha resignado a esto y yo puedo ser Borges sin correr ningún peligro.

Yo estoy muy sorprendido de encontrarme aquí con ustedes. Es una forma de felicidad a la cual yo nunca había aspirado o en la cual yo nunca habría pensado. Alfonso Reyes me dijo una vez: nosotros publicamos para no pasarnos la vida corrigiendo los borradores. Eso es verdad. Cuando publico un libro lo olvido, lo olvido holgadamente. Cuando me dicen, y es una noticia sorprendente para mí, que hay bibliotecas enteras escritas sobre mí... yo no he leído ni un solo libro... yo continúo pensando en el futuro... pienso que es enfermizo pensar en el pasado, pensar en aquello que uno ha escrito. En el presente, pienso en mis libros futuros. Tengo 83 años, entonces mi futuro no es verdaderamente grande pero, con todo, trato de mirar hacia adelante y no hacia atrás pues eso es enfermizo.

Cuando yo era joven era barroco, buscaba palabras muy antiguas o trataba de forjar palabras: en el presente intento interferir lo menos posible en lo que escribo. Es decir, escribo... dejo la página de lado, la releo al cabo de algún tiempo, suprimo todas las palabras o frases que puedan sorprender al lector. Trato de que eso resbale e incluso estoy obligado a veces a dar esa impresión aunque yo sepa que eso nunca ha resbalado, y a cambiar y a corregir, y a corregir mi corrección, y así de continuo... Pero yo quiero que el lector, cuando lea mis libros (...) los mejores son El libro de arena, El informe de Brodie, La cifra. Son mis mejores libros, se pueden olvidar los otros ampliamente, yo lo he hecho. Yo pienso que alguien que no ha leído nada puede comenzar por La cifra, en la poesía, y por El libro de arena, en la prosa.

En el presente intento ser lo más simple posible, siendo complejo pero de una manera secreta y modesta, de una manera no evidente. Es decir, yo no tengo estética, no busco los temas, los temas me buscan, yo intento detenerlos pero al final ellos me encuentran, entonces hay que escribir para quedarse tranquilo (...) En ese momento yo publico o no. En general lo hago para quedar libre de los borradores, como decía Reyes. Pero creo que cada tema tiene su estética. Cada tema nos dice si él quiere que lo escriba en verso, en forma clásica, en verso libre, en prosa... creo que la estética es dada a cada tema. Hay temas que exigen una novela, esos no me han visitado, no creo que escriba una novela, he leído pocas novelas, he escrito demasiados cuentos, quizá, y bastantes poemas también. Y, lo repito, intento sobre todo ser legible. No pienso en el lector salvo en el sentido de que intento que la lectura sea fácil y, si es posible, agradable.

Pero quizá he hablado demasiado. Quizá la ocasión, las palabras que he dicho, no son más que un punto de partida para las preguntas. Estaré muy contento de responder a sus preguntas. Les prometo una sola cosa: la sinceridad, no puedo prometer otra cosa además de eso... En fin, amigos, gracias.

Encontrado en: http://www.nexos.com.mx/internos/saladelectura/borges4.asp

Comentarios

No hay necesidad de templos, no hay necesidad de filosofías complicadas. Nuestro propio cerebro, nuestro propio corazón, es nuestro templo. Mi filosofía es la bondad. Dalai Lama

seres humanos

Los seres humanos no nacen
para siempre el día en que sus
madres los alumbran,
sino que la vida los obliga
a parirse a sí mismos una y otra vez.

Gabriel García Márquez (1927-?)


Porque escribí