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domingo, marzo 29, 2009

OMAR AL KHAYYAM: POETA DEL GOCE Y DE LA ANGUSTIA


Omar Al Khayyam fue hecho todo de temblor humano; enamorado de la ciencia, la buscó afanosamente en Avicena y en los sabios griegos, interrogó a las estrellas y quiso hablar con la Naturaleza. Como al armenio Tcharentz, nada le dijo la metafísica, "la angustia azul", sino un mensaje oscuro y negativo; por eso se volcó en la vida y construyó, con su propia defraudación y su congoja, lo más hermoso de la lírica persa.

Su biografía, no obstante la popularidad de sus versos, es poco conocida; tuvo el recato del sabio y el mundo lo capta hoy por los latidos de su propio corazón, hecho música. Nació en Nichapur, a principios del siglo XI, en aquella Persia que, dominada por los sultanes turcos, añoraba los gloriosos tiempos de Harún- al- Raschid (786-809). Estudió en el colegio de Nichapur y allí frecuentó el trato de dos personas que alcanzaron a ser notables: una de ellas, Nizam- al- Mulk, llegó a ser visir del sultán Alp Aralán y luego, al ser éste asesinado, de su hijo y sucesor, el shah Melik. El otro amigo de la juventud, según se dice, fue Hassan Sabah, más adelante célebre con el apodo de "el Viejo de la Montaña" y quien, andando el tiempo, organizaría la secta de los ismaelíes, cuyas armas fueron el haschisch, el puñal y el veneno.

Se afirma -puede ser fantasía- que los tres jóvenes juráronse amistad y que decidieron que quien de ellos alcanzara una posición importante en el gobierno, ayudaría a los otros dos. Así, cuando Melik confirmó como visir a Nizam- al- Mulk y lo hizo un verdadero dictador, dejando en manos de este persa instruido y brillante -como señala Harold Lamb- todas las funciones del Estado, salvo el ejército, no olvidó el hombre encumbrado a su antiguo compañero, y ofreció a Khayyam un alto cargo, pero el poeta lo rechazó y sólo aceptó una pensión que le permitiera dedicarse a las matemáticas y a las ciencias exactas. Se le hizo Director del Observatorio Astronómico de Bagdad y allí pasó buena parte de su vida dedicado a las investigaciones científicas.

De ello dan buena fe su "Tratado de álgebra", sus trabajos sobre extracción de las raíces cúbicas, sus tablas astronómicas y su "Calendario", en el que agregó, cada cuatro años el bisiesto, y que momentáneamente desplazó al usado entonces en Persia y basado en tradiciones coránicas, cosa que contribuyó a granjearle la mala voluntad de los sacerdotes musulmanes.

Su preocupación por los adelantos de la época se aquilata especialmente en el prólogo que puso a su "Algebra", en donde se lee:

"Hemos sufrido una escasez de hombres de ciencia, disponiendo sólo de un grupo, tan exiguo en su número, como numerosas han sido sus dificultades a vencer. En su mayoría nuestros contemporáneos son únicamente seudo-científicos, que mezclan la verdad con la falsedad, que no se colocan por encima de la impostura y que emplean lo poco que de las ciencias conocen para fines puramente materiales. Cuando vemos a un hombre ilustre empeñado en buscar la verdad, a alguien que prefiere la honradez y hace cuanto puede por rechazar la falsedad y la mentira -evitando la hipocresía y la traición- la gente le desprecia y se burla de él"

Su poesía nos muestra un acento desesperado y una angustia existencial que quiere ahogar en vino a fin de que éste haga perder, momentáneamente, la noción del alma roída por la existencia.

Cuando Omar- Al- Khayyam vio que las estrellas no le decían nada a su congoja cósmica, o que a lo más le daban una sentencia oscura, llena del fatalismo musulmán, sintió que sólo la vida perecedera, que sólo la carne frágil y el deleite efímero podían adormecer, siquiera un momento, su conciencia de la ineludible vuelta a la nada.

¿De qué vale la sabiduría? , se pregunta; y en una de sus cuartetas canta:

"Los sabios de mayor renombre caminan en las tinieblas de la ignorancia;
fueron, sin embargo, las lumbreras de su época.
¿Su obra? Dijeron unas cuantas palabras confusas
y se quedaron profundamente dormidos."

Y en otra cuarteta, como la anterior traducida por Toussaint (versión española de Etchegoyen), vuelca estas sombras que el tiempo y el desencanto hacen en su alma:

"El vasto mundo: un grano de polvo en el espacio.
La vana ciencia de los hombres: palabras.
Los pueblos, las bestias, las flores de los siete climas: sombras.
El fruto de tu contínua meditación: la nada."

El matemático, que buscó la ciencia y aún perseverando en ella más allá de los sabios persas de su época, tuvo que confesar que el misterio era profundo y hermético y el filósofo, que sólo aprendió la vanidad de las cosas, influyeron entonces en el poeta y le hicieron crear el libro más célebre de la poesía lírica persa: el "Rubaíyat". Rubaíyat es el plural de rubai. Y rubai es la cuarteta de versos de igual metro, que aconsonantan entre sí el primero, segundo y cuarto, dejando libre el tercero. Cada rubai es en realidad, un pequeño poema independiente y en él se cantan, especialmente, el amor y el vino. Pero ambos motivos son generalmente alabados como disolventes de la angustia.

Omar- Al- Khayyam no creía en un más allá; espíritu positivo por excelencia, sólo consideraba existente el destello de vida que se le escapaba de sus manos. Tal cosa se halla patente en este "rubai" traducido por el poeta Joaquín V. González, aunque cambiando la disposición de las rimas:

"¡Amagos del Infierno! ¡Promesas del Paraíso!
sólo es cierta una cosa ¡que nuestra vida vuela!
sólo es cierta una cosa -lo demás falso viso:
la flor que un día abriera por siempre se deshizo"

¿A dónde iremos entonces? ¿Qué llegaremos, pues, a constituír? Simplemente nos volveremos polvo, y de ese polvo se harán otras cosas, tal vez un ánfora donde se beban vino y olvido.

"Y recuerdo que un día mi paso se detuvo
por ver a un alfarero que batía su barro
y el barro, en frase tímida, su frenesí contuvo:
-"Suave hermano: mi forma también tu forma tuvo"

Al hombre no le es dado llorar ni rogar ni esperar que el ritmo del mundo se modifique por compasión a él. El dedo del Destino (kadr) escribe las sentencias y éstas se cumplen de manera fatal:

"Su índice el fallo escribe: si tu piedad impetra,
si tu ingenio excogita, si tu fe intercede,
por borrar una línea tu voz nunca penetra,
ni tus lágrimas juntas, lavarán una letra."

La tortura de no saber a dónde se va ni de dónde se viene, que Ruben Darío, lector de Khayyam, expresó magníficamente en "Lo fatal", amargó el pensamiento de aquel poeta y filósofo:

"Yo he sembrado semilla de aquel saber arcano,
y la ayudó a crece la labor de mi mano
y ésta fue mi cosecha: -yo vine como el agua
y me voy de este mundo como va el viento vano."

Y consideremos este otro cuarteto:

"Llegado a este Universo, el por qué ignorando
y el de dónde, como agua que quiera o no quiera corre,
salgo de él como el viento, que el desierto cruzando
sin saber hacia dónde quiera o no, sigue andando."

En Omar-Al- Khayyan hay por lo tanto, una extraordinaria densidad, un arte de expresar en un sólo "rubai" todo un pensamiento profundo y concreto. Sus imágenes y sus comparaciones son, para nosotros, novedosas; sus sentencias tienen, créase o no en ellas, una fuerza dolorosa y terrible. Fue un rebelde, que expresó con valor, cuanto sentía su corazón, eliminando cierto empalagoso preciosismo que se halla en algunos poetas persas de la escuela de los sufis y que se aprecian especialmente en el "Gulistán"(Jardín de las Rosas) de Saadi (1184-1292) y mismo en los "Gazales" de Hafiz (muerto en 1393).

Omar-Al-Khayyan rechazó todo ensueño que su mente de hombre de ciencia no pudiera demostrar, borró de una plumada los mundos seductores de la esperanza y gozó del instante fugitivo, hecho mujeres y vino, con la fruición de quien no sabe si va a volver a gozarlo. Así aconsejó:

"Mientras del breve viaje el fin no se resuelva
puedes, la amada forma ceñir entre tus brazos,
antes que la alma tierra a recobrarte vuelva
y en la última caricia, en polvo te disuelva"

Así fue Khayam, así vivió y gozó. La muerte le alcanzó en la ancianidad gloriosa. Fue sereno en su desesperación y vistió de música su materialismo. Despreció la opinión de sus coetáneos y se granjeó el que los sacerdotes musulmanes tuvieran siempre sus ojos fijos en él, pero su renombre y la protección real impidieron que la inquina le molestara. Dejó, para su última morada, esta indicación:

"Mi tumba estará colocada en un lugar donde el viento norte podrá cubrirla de rosas deshojadas"

Hyalmar Blixen

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Los seres humanos no nacen
para siempre el día en que sus
madres los alumbran,
sino que la vida los obliga
a parirse a sí mismos una y otra vez.

Gabriel García Márquez (1927-?)