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martes, abril 26, 2011

Ingrid Odgers Toloza: “Más silenciosa que mi sombra”

Una Aproximación Íntima al Rudo Mundo Femenino en el Chile de hoy


 



Existen múltiples razones para valorar positivamente el último trabajo de la escritora Ingrid Odgers Toloza. Empero, la primera de todas ellas, es su prístina sensibilidad. Su manejo de la simpleza poética. Su voz inconfundible de hacedora de historias.
Desde esa perspectiva, “Más silenciosa que mi sombra” nos narra un reluciente meridiano femenino que nos convoca, con delicadeza y sobriedad, a internarnos en ese espasmo que sufren miles de mujeres en nuestro país, pero que podría ocurrir en cualquier parte del planeta, y que tiene que ver con ese espacio constante y oscuro de las relaciones matrimoniales fracasadas. Mas, sería un error creer que IOT se limita a sólo contarnos “otra” historia de mujeres. Nada de eso. Ella hurga en sus personajes, empezando por Verónica, la protagonista, para ir armando un sutil rompecabezas que desde el principio, pareciera que le faltara una pieza, pues intuimos como lectores que hay un dolor subyacente que ronda la historia, y éste, desde el principio de la misma, nos invade con su olor a tristeza y frustración.
Para nadie es un secreto que “los diarios” son una expresión que desde el inconsciente construye y desconstruye el autor para poder asir aquella historia que no puede contar desde otro lugar. Cada párrafo de “Más silenciosa que mi sombra” habla por “mí”, podría ser el anatema; y es tal vez por ello que, simultáneamente, cada página del mismo es un gran suspiro por liberar alguna carga, a veces, demasiado pesada y que nos resulta imperiosa exteriorizar. De alguna manera esto, y así lo vemos en este texto que le da sentido literario al relato en primera persona, transmitiéndonos  con ello una desgarradora belleza asentada en la soledad intransferible de Verónica: la de sus referencias personales sobre un matrimonio que, a fin de cuentas y por alegoría, son todos los matrimonios que por una razón u otra bordean el abismo al poco tiempo de la convivencia marital. Dicho de otra manera, a fin de cuenta, la historia de la que vamos siendo testigos privilegiados no es más que el espejo (siempre el espejo ¡claro!) que suma todas las partes con que los seres humanos pintarrajeamos esas realidades que nos sofocan y abruman más allá de lo soportable. Y la escritora aquí no escapa a esta especie de alegoría sinuosa y difícil, y es desde allí, desde la perenne sinuosidad de las cosas vividas por cada uno de sus personajes, que la autora nos hace partícipes de la historia contada.
Ingrid Odgers Toloza nos reseña que su relato lo maneja de principio a fin. Que sus personajes tienen, en el fondo eso que D´Halmar llamaba “la profundidad imaginaria de los espejos” pues cada uno de ellos nos devuelve una parte de nosotros. Su transparencia nos provoca transparencia, y desde allí nos vemos unos a otros reconociéndonos en nuestras pequeñeces y grandezas, porque a fin de cuenta, como nos lo dice la autora por intermedio de su personaje principal y refiriéndose a las complejas relaciones maritales que terminan en fracaso: “todos cometemos errores, no vale la pena culparse”
Ingrid aprisiona en sus textos una convocatoria lúcida y fresca a que nos miremos sin excusas en función de “ver” cuánto de posible atesoramos entre nuestros sueños limpios del amor primero y el natural y umbroso desgaste que el tiempo imperdonable termina infringiéndonos con los años a cuestas. Allí el lector se mimetiza con la historia y es inevitable el que nos cuestionemos nuestras propias relaciones personales, todas ellas erigidas  desde la incertidumbre y la esperanza. Las andanzas de los personajes de Ingrid nos interpelan sin piedad, pero cada uno de ellos posee una indefinible ternura que también nos invita al perdón. La autora sabe de nuestras fragilidades y no escatima esfuerzo para atraernos como sus cómplices. El relato, que no tiene nada de femenino en el sentido manido del término, juega con esa sencilla belleza de las cosas dichas de manera directa y sin prejuicio. Es por eso que somos testigos, a través de Verónica, de los pensamientos, creencias y definiciones de cada uno de los personajes, quienes dentro de su naturalidad, nos muestran sus luces y sombras casi a destajo.
A nuestro juicio, la escritora no intenta la belleza estereotipada de algunos dramas de folletín (y lo digo sin la menor intención peyorativa. Por el contrario), pero cabe  en algunos pasajes del relato, un inexorable aroma a telenovela en todo lo que ellas tienen de rescatable en cuanto representan un ser y una forma de sentir el amor y el desamor de  las mujeres latinoamericanas que no deja de ser curioso, por decir lo menos; donde una extraña mezcla de sentimientos encontrados e ineludibles, las caracteriza, haciéndolas únicas, hermosas y valientes como pocas. Y he aquí donde reside la mayor valía del relato de IOT, pues ella, sorteando con indudable maestría la tentación diletante en que pudo haber caído, opta por dejar que sean sus personajes los que hablen por ella. Permite que sean las propias vidas de los protagonistas las que nos indiquen el camino, y es a partir de esa propuesta que nos adentramos en el alma de unos y otros por intermedio de la voz de Verónica, el eje de toda la historia, sí, pero también la pintora de este sencillo y fresco collage de pasiones tan reconocidas, como ciertas.
“Todo lenguaje procede, pues, del trato reflexivo con la realidad…” nos dice Carla Cordua, y me tiento a pensar que Ingrid Odgers Toloza nos ofrece, desde esa intencionalidad del hablante, desde ese sujeto de enunciación que ella representa,  una acuarela simbiótica y lúcida sobre una historia marcada por la resistencia de una mujer, que a su vez es todas las mujeres, pues Verónica exuda un “todas nosotras somos las mismas” que resulta altamente conmovedora en cada una de sus revelaciones y cuitas.
Pero esto no hubiese sido posible sin la ofrenda del lenguaje coloquial chileno que nos regala la autora; donde una prosa sencilla y bella le hace el juego al melodrama vital que nos refleja a unos y otros, sin pudor, el texto de Ingrid, pues no es fácil ser mujer en Chile (o en cualquier otro lado de nuestro pobre continente rico). Al interior de esa humanidad múltiple y valiente de Verónica hay una mujer que se sobrepone a todo el peso de la  historia machista con que se abruma a las mujeres por estos lados y, a pesar de ello, levantan y construyen sin aspavientos, un mundo diverso, rico en matices y profundamente hacedor de caminos. Esta singularidad, entre dúctil y áspera es, tal vez el mejor logro de “Más silenciosa que mi sombra”, un relato que de suyo, nos instala en nuestro propio subconsciente, para desde ahí hacernos preguntas acuciosas e intrépidas, que nos sorprenden una y otra vez en las líneas que pasan raudas ante nuestra vista. Preguntas, a fin de cuentas, imposibles de obviar, como aquellas que nos instala en la parte fronteriza de las sombras que nos visten cuando intentamos el amor, y éste, luego de un tiempo, se desgasta y desaparece, irrumpiendo en nosotros una soledad abrumadora y estéril como ciertas realidades inamovibles que muestran algunos pasajes de la obra. Esa realidad que aparte de esquiva y pegajosa, nos viste incluso a expensas de nuestros mejores esfuerzos por domarla y ensillarla, con la clara intención de ser los conductores de estas vidas nuestras que hacemos, las más de las veces y casi siempre por presiones externas, sin darnos cuenta.
Ingrid Odgers Toloza lo sabe. Y es por ello que en más de una ocasión la autora se apiada de sus personajes, pero otra vez la realidad sobrepasa al texto y se nos instala en nuestras propias narices, cual desesperanza prevista a lo lejos. Es por eso que las palabras del poeta Juan Luís Martínez recobran vital actualidad con la lectura de este sobrio texto: “la realidad con todo su peso puede flagelarnos y matarnos” Y eso, lo intuimos cada uno de los afortunados lectores que exploramos con sana expectativa este recomendable libro de una mujer que sabe lo que quiere contarnos desde su primera página.



Revista de Literatura Latinoamericana
Universidad de Santiago
Magister en literatura Latinoamericana
Abril 2011

Equipo editorial

Dr. Luis Hachim
Dr. Nelson Osorio
Dra. Marcela Orellana
Dra. Andrea Jeftanovic
Dra. Valeria de los Rios
Greta Montero
Juan Escobar
Fernando Lizama

Comentarios

No hay necesidad de templos, no hay necesidad de filosofías complicadas. Nuestro propio cerebro, nuestro propio corazón, es nuestro templo. Mi filosofía es la bondad. Dalai Lama

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Los seres humanos no nacen
para siempre el día en que sus
madres los alumbran,
sino que la vida los obliga
a parirse a sí mismos una y otra vez.

Gabriel García Márquez (1927-?)