Un hipertexto está formado por texto y enlaces (links) que pueden abrirse o activarse para remitir a otros textos (o a otros tipos de información visual o auditiva), que, a su vez, contienen enlaces que remiten a nuevos textos, y así sucesivamente. Teóricamente, la red de remisiones no tiene principio ni fin: cada hipertexto procura la posibilidad de continuar la lectura de otro u otros hipertextos, que, a su vez, están unidos a otros y así sucesivamente. Los enlaces no sólo relacionan entre sí textos distintos, sino también textos y otros medios no verbales. Se atribuye a Theodor Nelson la utilización, en la década de los sesenta, del término hipertexto para referirse a la "escritura no secuencial", que no llegaría a materializarse hasta los años ochenta, con la conformación de la World Wide Web, esto es, el sistema internacional que permite la publicación de textos relacionados entre sí por medios electrónicos. La definición de hipertexto de Theodor Nelson (en Literary Machines, 1990) es la más simple y la más citada en la teoría de la escritura
El hipertexto es, pues, "un texto electrónico compuesto de nodos (bloques de textos) que están unidos entre sí de forma no secuencial" (The Electronic Labyrinth). Con frecuencia, la definición quiere incorporar también la experiencia de los lectores y autores, ya que, por una parte, el hipertexto es particularmente proclive a la autoría múltiple y, por otra, se entiende que una de sus características distintivas es que proporciona al lector múltiples itinerarios de lectura, y, por ello, obras expandidas cuyas fronteras y límites son difusos. La libertad del lector se invoca frecuentemente al describir la escritura no secuencial: el hipertexto presentaría una red de nodos que los lectores podrían recorrer libremente en todos sus sentidos. Ahora bien, el hipertexto también puede definirse como un sistema para unir pantallas con información diversa, usando para ello enlaces asociativos: esto es, puede caracterizarse como un sistema de adquisición de conocimiento, o de almacenamiento y disposición de información, o como una estructura de ordenación de datos que permitiese recorridos transversales, como los que facilita un índice analítico particularmente exhaustivo y perfeccionado que reuniera todo tipo de información, no sólo textual. De este modo, el hipertexto no sería comparable a un libro (y ni siquiera a un libro electrónico), sino más bien a una biblioteca o un archivo, esto es, a sistemas complejos y potencialmente infinitos para custodiar, disponer y obtener información
Casi todas las definiciones de hipertexto basadas en la idea de escritura no secuencial y de interrelación textual son, sin embargo, insuficientes: basta adoptar el punto de vista de la filología y la crítica literaria para reconocer muchos casos de escritura no secuencial dispuesta sobre la página del libro convencional. Repárese, por ejemplo, en la complejidad de las ediciones anotadas y con aparato crítico, que contienen varios bloques de texto asociados entre sí, remiten a otras lecciones y a otros libros, a los que eventualmente incorporan de forma parcial o fragmentaria (ya sea mediante cita, alusión, paráfrasis, referencia bibliográfica), poseen "enlaces" entre palabras, lugares y pasajes de un texto y otros textos que esclarecen los anteriores mediante explicación o colación. Un conjunto de lugares paralelos destinado a establecer el sentido de un pasaje o la genealogía intelectual de una idea -como, por ejemplo, el que ofrece Pease en sus anotaciones al De natura deorum de Cicerón- podría definirse sin desacierto como un conjunto de textos interrelacionados de forma no secuencial mediante un sistema de "enlaces". Una humilde nota a pie de página, a la que conduce, desde el texto, un número volado, es ya, de hecho, una forma de enlace, quizá la primera y la más simple, si dejamos a un lado la glosa marginal y la interlineal (que tampoco, por cierto, son secuenciales y, además, ponen en relación al menos dos textos distintos, el glosador y el glosado, que, a su vez, puede incorporar un tercero, y así sucesivamente
La libertad de elección del lector ante los caminos abiertos por los enlaces sucesivos no parece un elemento de caracterización suficiente para el hipertexto. Un lector atento e informado ante un libro convencional que contenga, pongamos por caso, un texto literario, un conjunto de notas y pasajes paralelos y un aparato crítico, realiza ya opciones múltiples en su itinerario de lectura: decide, en cada momento, qué notas leer o dejar a un lado, qué texto seguir o sobre cuál volver. Una edición quinientista de Virgilio, por ejemplo, con sólo cuatro comentarios (las hay con diez), ofrece al lector varios "bloques" de textos: los poemas virgilianos (centrados y en tipo mayor), los textos en prosa de cuatro comentaristas, dispuestos separadamente en los cuadrantes de la página (generalmente en un tipo menor y con llamadas al texto central), ilustraciones de uno o varios maestros, o xilografías cortadas a partir de otras más antiguas, una sustanciosa parte de praenotamenta o textos preliminares, que incluyen testimonios de toda naturaleza, a veces de forma exenta (son los testimonia sobre el autor y la obra que tanto abundan en las ediciones del primer siglo de la imprenta), y, desde la segunda mitad del siglo XVI, un complejísimo apartado de índices, que permite "desplazarse transversalmente" por estos bloques de textos y figuras. Es verosímil que esta hipotética edición que describo incluya unos centenares de versos de Maffeo Veggio, que juzgó inacabada la Eneida y compuso, para reparar esa imperfección, un canto más, el decimotercero, que a menudo se imprimió junto a los doce virgilianos. Ante una edición de estas características podría hablarse, pues, no sólo de la autoría múltiple (o de la proclividad a la autoría múltiple) sino también de la libertad del lector en la elección de un recorrido de lectura, de la superposición de bloques de textos relacionados entre sí mediante enlaces y sistemas de interconexión, de la unión de textos con otros tipos de información visual, e incluso de "escritura no secuencial" o más bien de la composición no secuencial del libro como producto acabado, ya que toda escritura es, necesariamente, secuencial (o lo es, al menos, la alfabética), y sólo puede ser "no secuencial" la organización de bloques de textos ya escritos. Habría que hablar, más bien, de textos no secuenciados o, quizá más exactamente, de textos con una secuenciación flexible o múltiple
Estas reflexiones no quieren conducir a la conclusión fácil, y falaz, de que todo está ya previsto o es posible con la tecnología de la imprenta, sino a la observación de que las definiciones más comunes del hipertexto son insuficientes porque, al juzgarlo y describirlo comparativamente con las formas anteriores de disposición de la escritura, simplifican extraordinariamente las posibilidades de los formatos que se derivan de la imprenta. No son pues definiciones que ignoren la naturaleza del hipertexto, sino que trivializan la historia del libro, y, por tanto, subrayan y celebran aspectos presuntamente diferenciales o novedosos que no son realmente tales. La tentación (o quizá la necesidad) de definir y caracterizar comparativamente al hipertexto respecto del libro es, sin embargo, comprensible: al igual que los primeros impresos imitaban la estética del manuscrito, sus abreviaturas y llamadas, los textos digitalizados y publicados en soporte electrónico se conciben a veces a partir del libro impreso o se nombran con metáforas relacionadas con él (tienen, por ejemplo, páginas, aunque su disposición sería más semejante a la del rollo que se desenvuelve ante el lector). Si, evidentemente, el hipertexto es muy distinto a una edición quinientista, es porque, efectivamente, varía el soporte, ahora electrónico, la capacidad de almacenar información y, sobre todo, de recuperarla de forma múltiple e instantánea, ya que el hipertexto es, como decía antes, una vastísima biblioteca más que un libro, y, por ello, multiplica los itinerarios de lectura de forma radical e inmediata. En este caso, la diferencia cuantitativa -de custodia, de accesibilidad, de interrelación- sí procura un importantísimo salto cualitativo. De ahí la gran utilidad filológica del hipertexto, las muchas posibilidades que abre a la edición y anotación de textos. En las ediciones digitales es posible, por ejemplo, que la comprobación de una lección remita, mediante un enlace, no sólo a un aparato crítico, sino también a la reproducción digital de la página del manuscrito o del impreso, o que el esclarecimiento de un pasaje o de un término permita acceder a textos y pasajes paralelos completos, o a la reproducción de un objeto, o que las canciones incluidas en un texto puedan, en efecto ser oídas, o que puedan examinarse y escucharse las partituras de las piezas musicales insertas en una obra de teatro, y así sucesivamente
La literatura hipertextual
Ahora bien, no es el objeto de esta breve presentación examinar las posibilidades del hipertexto en su aplicación a la edición y a la crítica textual, sino aproximarse al punto de vista específico de la teoría de la literatura ante los usos literarios del hipertexto, esto es, ante lo que algunos han dado en llamar la hiperliteratura, la narrativa hipertextual (o, traduciendo literalmente del inglés, hiperficción), el hiperdrama o la hiperpoesía. Esto es, ante la literatura escrita haciendo uso de los instrumentos de relación, remisión y enlace que procura el hipertexto. Son muchas las cuestiones abiertas por la literatura hipertextual. Se cuentan entre ellas las que conciernen a la ordenación y disposición del texto electrónico, a su delimitación (o ausencia de ella), a las formas de inicio y cierre, a la progresión de la trama (o de las tramas múltiples que conviven de forma no sucesiva), o a la construcción (e incluso el número estable) de los personajes. Otras se refieren a las actividades de los lectores de hipertextos, o hiperlectores, y a las implicaciones de los hábitos lineales de lectura, y, por supuesto, las que conciernen a los hiperautores, que no se llaman así por ser autores literarios de alguna forma extrema o superlativa, sino por ser los pacientes escritores de literatura hipertextual, cuya construcción requiere nuevas destrezas y previsiones. A todo ello han de sumarse las preguntas que la teoría literaria se formula sobre sí misma, la indagación de si la nueva tecnología de la escritura y la reproducción debe o no comportar variaciones de sustancia en los instrumentos de análisis de la crítica, y la reflexión sobre la necesidad de nuevos términos y conceptos para dar cuenta de los nuevos fenómenos literarios. Son éstas las cuestiones que interesan en esta sede, y a las que se refieren los textos y páginas recomendados en el pequeño directorio sobre la teoría literaria en internet que cierra estas páginas
Si, como decía Borges, un buen escritor crea sus predecesores, la nueva escritura hipertextual también ha creado o ha reconstruido su tradición y sus antecedentes. La teoría literaria hipertextual ha revisado la historia literaria a la búsqueda de casos de escritura no secuencial en los libros impresos, y, en particular, en la narrativa. La lista de los proto-hipertextos es variada, y también discutible. Le cabe un lugar de honor a Rayuela, de Cortázar, que, como todos sus lectores recuerdan, es "muchos libros", pero, fundamentalmente, es dos libros: el que se se deja leer de forma convencional, siguiendo linealmente el orden de páginas y capítulos, y el que sigue un itinerario diverso, que el autor indica en cabecera de página y al final de cada capítulo. También se cuentan, en la breve nómina de recuperaciones, Il castello dei destini incrocciati, de Italo Calvino, Dans le labyrinthe de A. Robbe-Grillet, Pale Fire, de Nabokov, e incluso el Tristram Shandy de Sterne (a todos ellos me gustaría añadir, quizá, los sonetos combinatorios de Raymond Queneau). En la novela de Calvino, de 1976, se entretejen varias narraciones en una venta en la que se reúnen viajeros y peregrinos: el libro se compone de imágenes, o de piezas, que se corresponden con las cartas del Tarot. Calvino observa que el Tarot es una forma de construir historias, o, más bien, una máquina de narrar: esa constatación le condujo a concebir un relato a partir de marcos mudos -el bosque, la posada, la torre- y a conjugar todas las historias posibles que están encerradas en la combinatoria de un mazo de naipes
Si Il Castello de Calvino es un discutible proto-hipertexto (está más próximo a la tradición de los Cuentos de Canterbury, con los viajeros y peregrinos que se alojan en una posada, y las historias que allí se suscitan o se relatan), y son también discutibles sus enlaces o la condición no secuencial del modelo narrativo, más dudosa es aún la condición de protohipertexto de Tristram Shandy (1759-1766). Hay quien afirma que esta novela propone una reflexión sobre la naturaleza misma del libro, que lo relevante de la narración no es lo que se cuenta sino cómo se cuenta, y que la totalidad de la obra es una extensa meditación sobre el hecho mismo de narrar. La lógica del juego y de la digresión constituirían, además, prefiguraciones del hipertexto. No obstante, que Tristram Shandy sea una novela magistral, que construya una singular intimidad con el lector, o que pueda entenderse como una reflexión, desde la ficción, sobre el hecho mismo de contar historias, no implica necesariamente su condición de precedente del hipertexto. Si así fuera, toda la literatura (en la que importa, ciertamente, el cómo tanto como el qué se cuenta) podría juzgarse como prefiguración del hipertexto, al igual que toda novela o relato construido sobre la digresión (por ejemplo, Jacques le fataliste, de Diderot, que, por cierto, tanto debe al Tristram). Ahora bien, el lector de Sterne sólo tiene un (apasionante) recorrido de lectura. Ciertamente, hay una cruz impresa cuando Slop se persigna, una página negra cuando Yorick muere, un garabato que reproduce el movimiento en el aire de un bastón. Pero por mucho que la cruz o el garabato regocijen al lector, no dejan de ser ilustraciones ingeniosas. Sólo quizá hay un momento en el que el Tristram prefigura o se aproxima a las estrategias cooperativas que requiere el hipertexto: cuando Sterne deja una página en blanco e invita al lector a escribir su propia descripción de la belleza de la viuda Wadman. En cambio, los capítulos que aparecen como "desplazados" o "mal situados" no son, realmente, capítulos desplazados, sino capítulos escritos para que parezcan desplazados, lo que suscita, obviamente, la meditación sobre la naturaleza de la linealidad de la trama (ya que, evidentemente, no de la lectura). La consideración del Tristram como precedente del hipertexto denuncia una lectura inocente de la obra, que confunde la falta de linealidad de la trama con el itinerario de los lectores, que sí es lineal, único, rígido e inalterable
Quizá la mejor predicción o anticipación de la literatura hipertextual se encuentre prevista en el enigmático libro chino que describe un relato de Borges, El jardín de los senderos que se bifurcan. El título alude a un laberinto y a un texto que terminan por ser la misma cosa. En el libro es singular lo siguiente: mientras que en las narraciones al uso a un hecho le sigue sólo una consecuencia y en cada momento sólo una elección es posible, en ésta todas las posibilidades se cumplen. Un hombre y otro luchan: uno de ellos puede o no morir. En la obra, ambas cosas suceden. El resultado es un caos, y los lectores, acostumbrados a la vida, o a los libros, en los que un acto constituye una elección irrevocable, no supieron entender la obra y la juzgaron confusa e inútil. Para el que puede entender la clave, el libro, o el laberinto, es una meditación, lógica y metafísica, sobre los mundos posibles y paralelos (en uno de ellos, un hombre muere apuñalado, en otro, por ejemplo, sobrevive y busca venganza) y sobre las infinitas cadenas de consecuencias de un sólo acto, por nimio que fuere
Ahora bien ¿por qué puede interesar la posibilidad de que en un cruce de tres caminos Edipo no mate a Layo, de que nadie envíe un mensajero de Corinto, de que un pastor no encuentre a un niño abandonado y éste muera devorado por los lobos, de que Eneas permanezca en Cartago o de que hubiera muerto en la noche triste de Troya? Las (presuntas) limitaciones de la linealidad están compensadas con muchas ventajas: entre otras, las de mimar el destino, o la fatalidad, o la crueldad de los dioses. También, la de dejar suponer las opciones incumplidas (si Edipo no hubiera acudido al santuario, si Yocasta hubiera creído los oráculos, si el cadáver de Polidoro no hubiera flotado por las aguas hasta las costas del Quersoneso). La linealidad y simplicidad estructural del Lazarillo no merma su capacidad de fascinar a los lectores. Ahora bien, la no linealidad también cuenta con ventajas narrativas: con la posibilidad de organizar estructuras abiertas, combinatorias experimentales, como las que complacían a Queneau, que mimen el azar y la aleatoriedad de la vida. Al cabo, cada itinerario de lectura será también irremediablemente lineal, porque no puede dejar de serlo: toda elección de un lector -la de seguir o no un enlace- es binaria y exclusiva (a diferencia del laberinto y del libro de Borges), ya que una opción cierra la otra como si no existiera, de tal modo que, de las muchas tramas posibles, el lector hipertextual lee linealmente sólo una (cabe imaginar, no obstante, un lector que siga un enlace, y, posteriormente, vuelva atrás para explorar la opción abandonada: en este caso, lee también lineal y sucesivamente dos tramas paralelas o alternativas, sigue, durante un breve trayecto, dos senderos que se bifurcan). Y puede pensarse también en la libertad de opción de los lectores del libro convencional, en aquellos lectores a los que un crítico acusó de leer Lo que el viento se llevó saltándose las partes de guerra, o a los que, reconocidamente, leen Paradiso, saltándose todo el libro menos el capítulo octavo, o a los que, con buen criterio, frecuentan a Sade pasando como sobre ascuas por las muchas páginas dedicadas a la filosofía y moral naturales
¿Hacia la teoría de la hiperliteratura?
No es éste el lugar para exponer los argumentos de los detractores y defensores de la literatura hipertextual. Baste constatar que, en efecto, es un fenómeno insoslayable, ligado a las nuevas tecnologías, y que, en general, el estudio de la teoría de la literatura y de la literatura comparada se ha visto afectado sustancialmente por el advenimiento de las posibilidades de custodia, almacenamiento e interrelación de textos. La proliferación de bibliotecas digitales ha materializado, en cierto modo, el viejo sueño comparatista de disponer de forma inmediata de vastos corpus textuales de las literaturas europeas y de la literatura universal -y de poder, además, efectuar búsquedas rápidas y cruzadas en este material-, y ha abierto posibilidades insospechadas para la edición de textos teóricos y de creación y para explorar las relaciones entre ellos. Por otra parte, la existencia misma de una literatura hipertextual que exige la cooperación de los lectores, que puede combinar con mayor libertad el texto con la imagen y el sonido, que fabrica poemas infinitos o narraciones en laberinto, sin visible fin ni aparente principio, ha forzado a reconsiderar un nuevo corpus de obras y a indagar las implicaciones teóricas de este modo de escritura y lectura
A esto ha de añadirse que el nuevo medio ha concedido una impredictible vida póstuma a algunos ingenios de escritura que, con anterioridad, se habían alojado en los libros y que ahora se despliegan ante el lector de forma más eficaz, con todos sus resultados y posibilidades visuales. Piénsese, por ejemplo, en la literatura combinatoria, en los textos escritos por permutación de elementos (de letras, de sílabas, de palabras, de versos), o en las conocidas como máquinas de escribir, las machines à ecrire. En la red han renacido los laberintos que Caramuel publicó en el Primus Calamus, ya avanzado el siglo XVII, y cuyas múltiples rosas verbales permitían generar infinidad de poemas latinos por elección y combinación. Y también la artificiosa poësis, los carmina figurata que compusieron los seicentistas, los proteos poéticos -como los llamaba Escalígero- cuyos versos y palabras pueden recombinarse para generar centenares de nuevos versos o de nuevos poemas
También la nueva poesía visual ha encontrado, con el hipertexto, posibilidades insospechadas. La poesía visual y el caligrama reaprovechan el espacio físico de la página impresa, confieren significación y pertinencia a la distribución espacial de los blancos y a las combinaciones tipográficas y, en general, dotan de sentido pictórico a la composición poética dispuesta en el cuadrado de la hoja, como si se tratara de un cuadro con palabras. Es ésta una invención antiquísima que ya complacía a los monjes de la tarda latinidad, que compusieron textos con formas de paloma, o de cruz, o de cáliz, que celebraban el Espíritu Santo o el misterio de la Trinidad, la Pasión de Cristo o el milagro salvífico de la Rendención, y que satisfizo particularmente a los poetas de vanguardia del siglo pasado. En principio, parecería que mudar de soporte, esto es, de la página a la pantalla, no alteraría en nada la sustancia de los poemas ni el artificio de la composición. Ahora bien, el hipertexto y las posibilidades visuales de la red conceden a esta vieja invención inesperadas virtudes y no sólo porque sean mayores las posibilidades de combinación de formas, o de color, o porque la página no tenga, realmente límites o bordes (o porque éstos sean móviles), o porque pueda combinarse el artificio del hipertexto con el de la poesía visual, de tal modo que cualquier fragmento del poema remita a su vez a otra figura o a un caligrama diverso. Las nuevas tecnologías permiten dos cosas más, a saber: el movimiento y la tercera dimensión, es decir, la posibilidad de transmitir y contemplar holopoemas, y la de alterar la relación visual y el punto de contemplación del objeto poético
Quizá un ejemplo contribuya a esclarecer estas posibilidades. En 1993, el poeta brasileño Eduardo Kac compuso un hiperpoema visual titulado Storms, que presentaba al lector una infinidad de bifurcaciones consonánticas y vocálicas. Este podía activar cualquiera de las letras del texto y, si optaba por no hacerlo, la palabra o el verso terminaban por disolverse en la pantalla y una nueva palabra o verso aparecían en su lugar. El holopoema va aún más allá, porque existe en un espacio tridimensional, el espacio holográfico, que permite nuevos modos de fusión de la palabra y la imagen, ya que el "texto" puede tener movimiento y cambiar de color o de forma. Hay quien ya ha profetizado una sintaxis animada: sin llegar a ese extremo, podría hablarse quizá de una nueva forma de poesía visual en movimiento. Baste un sólo caso, el del holopoema Astray in Deimos (1992) del mismo Kac, que puede describirse, aunque imperfectamente, como un estudio sobre la metamorfosis. Deimos es un satélite de Marte cuyo nombre griego significa miedo. La pieza poética de Kac es un holograma de dos palabras, Eerie y Mist, que el contemplador (¿el lector?) percibe en el centro de una luz amarilla, rodeadas de cristal. Pero cuando el lector se mueve o se altera la distancia o la relación entre el espectador y el objeto poético, la configuración de las letras se mueve también en un espacio tridimensional hasta que éstas se metamorfosean en otras palabras diversas: un adjetivo, por ejemplo, acaba por convertirse en nombre; un nombre, en verbo. El holopoema puede construirse mediante las técnicas de animación por ordenador: la pantalla procura, mejor que la página, la impresión de tres dimensiones, permite añadir el movimiento y permite al lector desplazarse virtualmente y contemplar el poema desde todos los ángulos: podría pensarse, pues, que si el caligrama de la página impresa imita un cuadro, el holopoema de la pantalla imita una escultura. La comparación, no obstante, es insuficiente, porque no hace justicia al movimiento y a la transformación holográfica, que permite a los objetos tridimensionales -y a los textos que los componen- mudar de forma, de textura, de color, o, por qué no, disolverse y desaparecer
La poesía visual conoce siglos de práctica. La holografía, que es una manera de organizar la luz para que produzca una representación tridimensional, fue inventada en 1948 por el húngaro Dennis Gabor. No puede afirmarse, pues, que formen parte de las innovaciones relacionadas con el hipertexto: sí, en cambio, que en conjunción con la literatura hipertextual, o que en virtud del nuevo soporte de la literatura hipertextual, es posible una contemplación diversa, generalizada y accesible de esos artificios y, sobre todo, que se ha producido una multiplicación de sus posibilidades. La cuestión está en dirimir cuándo el crecimiento cuantitativo procura una diferencia cualitativa relevante, cuándo estamos, realmente, ante otra cosa. Esta pregunta aparece en todos los ámbitos de la hiperliteratura, y es quizá la cuestión axial de la teoría literaria que quiere dar cuenta de estos nuevos fenómenos. De ella se deriva, además, la respuesta a la pregunta siguiente: a saber, si los instrumentos de la teoría literaria -por ejemplo, de la narratología, de los mecanismos de análisis de la poesía visual, etc.- son aplicables sin modificaciones a la nueva literatura que hace uso de los enlaces hipertextuales y de las posibilidades de unir imagen, sonido y texto, o si tales herramientas están obsoletas (son las herramientas de la era de la imprenta, por así decir) y han de ser modificadas profundamente o sustituidas por otras nuevas. Los términos y conceptos de la teoría literaria europea se han decantado durante siglos en su continuo comercio con la literatura occidental, que se difunde manuscrita o impresa, y que acusaría las limitaciones -y amplificaría las posibilidades- de su forma de difusión: al cambiar o multiplicarse radicalmente tales posibilidades -al surgir también nuevas limitaciones- cabe preguntarse por la adecuación de tales conceptos y términos, por su capacidad para nombrar y describir los nuevos procesos, para analizar la relación entre el hiperlector y un poema que se metamorfosea, o entre el hiperautor, su novela y los lectores cooperativos que intervienen en el texto y lo modifica
Estas son las preguntas capitales de la teoría de la literatura hipertextual, de las que se derivan otras muchas. Por el momento, los críticos parecen haber comenzado a dar respuestas prácticas a alguna de ellas. Los estudios que circulan en la red han creado ya una terminología que -aun abusando conspicuamente del prefijo hiper- y de algunos otros- se basa en la anterior y la complica o matiza, e intentan depurar nuevos instrumentos para el estudio de las formas literarias hipertextuales, aunque éstos reproduzcan en gran medida los que eran moneda común en la teoría literaria de finales del siglo XX. El fenómeno está aún en sus inicios: es plausible que asistamos, en los próximos años, a una renovación de los términos y planteamientos de la teoría literaria hipertextual y quizá, como auspician algunos, al advenimiento efectivo de una nueva literatura o de una manera diversa de contar historias (de nuevos bardos para un nuevo medio). Hay quien sostiene que nos encontramos en un momento de transición histórica para la ciencia literaria, que el ordenador -que no sería el enemigo del libro, sino el último de sus hijos, el heredero de varios siglos de cultura impresa- aún habrá de albergar la hiperliteratura, puesto que lo que hasta ahora conocemos no son más que ensayos, tímidos comienzos, pequeños experimentos prparatorios. En Hamlet en la holocubierta, Janet Murray profetizaba el advenimiento de una literatura que, ciertamente, aún no hemos visto; el ordenador -sostenía- se asemeja a las cámaras de cine de finales del siglo XIX: es un invento revolucionario que la humanidad está a punto de empezar a usar como instrumento para contar historias
Breve guía bibliográfica sobre literatura hipertextual y teoría literaria
1. Bibliografías y centros de recursos.
Bibliografía sobre hipertextos e hipermedia
Scott Stebelman
Hypertext Bibliography
http://gwis2.circ.gwu.edu/~scottlib/hyperbib.htm
John Tolva
Hypertext Bibliography
http://www.artsci.wustl.edu/~jtolva/hypbib.html
Terry Harpold
Hypertext and Hypermedia. A Selected Bibliography
http://www.lcc.gatech.edu/~harpold/papers/ht_bibliography/index.html
Christopher Keep, Tim McLaughlin, robin (El laberinto electrónico)
Guía de publicaciones sobre escritura y crítica hipertextual
http://web.uvic.ca/~ckeep/hfl0224.html
Metapáginas y centros de recursos en castellano:
Hipertulia (Universidad Complutense de Madrid)
http://www.ucm.es/OTROS/especulo/hipertul/index.htm
Páginas personales de José Antonio Millán
http://jamillan.com
Metapáginas y centros de recursos:
Alan Liu
Voice of the Shuttle: Technology of Writing
http://humanitas.ucsb.edu/shuttle/techwrit.html
Hyperliterature/Hypertheory
HyperLiterature/HyperTheory HomePage
http://ebbs.english.vt.edu/hthl/HyperLit_Home.html
Christopher Keep & Tim McLaughlin, robin
El laberinto electrónico
The Electronic Labyrinth
http://web.uvic.ca/~ckeep/elab.html
Jack Lynch
Hypertext Literature Research Tools
http://www.english.upenn.edu/~jlynch/research.html#hypertext
Información biobibliográfica sobre autores de literatura hipertextual
Jay David Bolter
http/:www.lcc.gatech.edu/~bolter/index.html
Jane Yellowlees Douglas
http://www.eastgate.com/people/Douglas.html
Michael Joyce
http://iberia.vassar.edu/~mijoyce
George Landow
http://www.stg.brown.edu/projects/hypertext/landow/cv/
landow_ov.html
Stuart Moulthrop
http://raven.ubalt.edu/staff/moulthrop
Gregory L. Ulmer
http://www.ucet.ulf.edu/~gulmer
Verso y prosa generados por ordenador
Permutations
http://userpage.fu-berlin.de/~cantsin.index.cgi
Literatura hipertextual:
The Eastgate Reading Room
http://www.eastgate.com
Hyperizons: Hypertext Fiction
http://www.duke.edu/~mshumate/hyperfic.html
Hypertext Literatur
http://www.update.ch/beluga/hypfic.htm
2. Hipertextos.
¿Qué es un hipertexto?
Deemer, Charles
What is Hypertext?
http://www.teleport.com/~cdeemer/essay.html
Christopher Keep, Tim McLaughlin, robin (El laberinto electrónico)
Hypertext
http://web.uvic.ca/~ckeep/hfl0036.html
Connections Without Centre. Infinite Hypertext.
http://web.uvic.ca/~ckeep/hfl0266.html
La resistencia al hipertexto. Reflexiones sobre literatura y crítica literaria.
Moulthrop, Stuart
Traveling in the Breakdown Lane: A Principle of Resistance for Hypertext
http://raven.ubalt.edu/Moulthrop/essays/pre_breakdown.html
http://www.ubalt.edu/www.ygcla/sam/essays/breakdown.html
John Tolva
The Heresy of Hypertext. Fear and Anxiety in the Late Age of Print
http://www.artsci.wustl.edu/~jntolva/heresy.html
Politextos e hipertextos
Nancy Kaplan
Politexts, Hypertexts and Other Cultural Formations in the Late Age of Print http://sunsite.unc.edu/cmc/mag/1995/mar/kaplan.html
3. Filología y edición hipertextual
La edición hipertextual
Jerome McGann
The Rationale of Hypertext
http://jefferson.village.Virginia.edu/public/jjm2f/rationale.html
Radiant Textuality
http://jefferson.village.Virginia.edu/public/jjm2f/radiant.html
La filología y la edición hipertextual
John Lavagnino
Reading, Scholarship and Hypertext Editions
http://www.stg.brown.edu/resources/monographs/rshe.html
Julie Flanders
Editorial Methodology and the Electronic Text
http://www.wwp.brown.edu/NASSR/Argument.html
Ashton Nichols
Hyping the Hypertext: Scholarship and the Limits of Technology
http://www.luc.edu/publications/Keats-Shelley/nichols.htm
4. Introducción a la literatura hipertextual
La narración hipertextual
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Las posibilidades de la narrativa hipertextual (1997)
http://www.ucm.es/OTROS/especulo/numero6/s_pajares.htm
Michael Joyce
Hypertext Narrative
http://noel.pd.org/topos/perforations/perf3/hypertext_narrative.html
Jurgen Fauth
Poles in Your Face: The Promises and Pitfalls of Hyperfiction (1995)
http://sushi.st.usm.edu/mrw/06sept/06-jurge.html
Hiperdrama
Charles Deemer
The New Hyperdrama: How Hypertext Scripts Are Changing
the Parameters of Dramatic Story Telling
http://www.teleport.com/~cdeemer/new-hyperdrama.html
Hiperpoesía
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Holopoetry, Hypertext, Hyperpoetry
http://ekac.org/Holopoetry.Hypertext.html
¿Existe una tradición literaria de escritura no secuencial?
Christopher Keep, Tim McLaughlin, robin (El laberinto electrónico)
The Non-Linear Tradition in Literature
http://web.uvic.ca/~ckeep/hfl0241.html
Drew Norris
Vonnegut, Pynchon and Cortázar: A Generation
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http://www.lib.duke.edu/magazine/spring_95/norris.html
La literatura hipertextual: los autores
Christopher Keep, Tim McLaughlin, robin (El laberinto electrónico)
Writing and Reading Electronic Texts
http://web.uvic.ca/~ckeep/hfl0223.html
Manifiesto de hiper-autores
A Manifesto for HyperAuthors
http://virtual.park.uga.edu/~hypertxt/hypermanifesto.html
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La literatura hipertextual: los lectores
Rodney Canete
The Reader in Question: The Process of Text Engagement
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J. Yellowlees Douglas
Gaps, Maps and Perception: What Hypertext readers (don't) do
http://noel.pd.org/topos/perforations/perf3/douglas_p3.html
5. Teoría de la literatura hipertextual
Teoría literaria y literatura hipertextual
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Hypertext Fiction: A Literary Theory (1995)
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Landow, George P.
Hypertext: The Convergence of Contemporary Critical Theory
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http://www.stg.brown.edu/projects/hypertext/landow/ht/contents.html
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