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Comentarios literarios

lunes, octubre 22, 2007

“El autor y el significado en la poesía”

Cuando leemos un poema, es imposible analizarlo anulando el horizonte de expectativas. Si éste está firmado por la autoría de una mujer, esperamos encontrarnos con versos llenos de la humedad tan peculiar, por todos lados, que nos caracteriza. Si el poema está firmado por un nombre masculino, el análisis es distinto, independientemente del fondo que éste tenga. Nos guiamos como buenos lectores “educados” en un mundo falocéntrico, a desarrollar conceptos. Sin embargo, incurrimos siempre en la interrogante de qué o cuál fue el instinto que orilló a exteriorizar al “poeta ajeno de pudor”, como mencionó Sabines, a dejar en un papel los gritos en los que el lector puede encontrarse, creando con esto la universalidad. En este ensayo intentaré explicar la tarea del “Buen poeta”, que no tolera que interfieran entre él y La Palabra, palabras mismas, ni precursores que se antepongan, obscurizando su Musa. Enfocaré diferentes puntos de vista de posestructuralistas para reafirmar que el escritor tiene un compromiso con su sentimiento y no con las circunstancias, que son más volubles que éste.

Como mencioné en un principio, el horizonte de expectativas radica enormemente en el autor, ¿qué es un autor? Michael Foacult en sus estudios tempranos, evadió el significado detrás del discurso. Esto lo ve como una reacción sistemática del individuo en la forma del saber. Existen prácticas o discursos que no son vistos como actos de un individuo o como objetivos de estructuras sociales, sino como resultado de la difusión del poder. Existen condiciones con una función en un discurso específico.

Foucault en su estudio “¿Qué es un autor?”, hace a un lado en análisis sociohistórico del autor como individuo y al sinnúmero de interrogantes que puede tener el contexto. Su individualización cultural como autor, el estatus de valor que le damos o las condiciones que lo hacen héroe, actitud que conlleva a una biografía en la que se le categoriza como “El hombre y su obra”.

Se refiere a la realización del autor y el texto y en qué manera éste se proyecta en su texto mismo.

La crítica no debe observar la relación entre un autor y su trabajo, sin embargo, ¿qué es un trabajo u obra?, ¿qué se necesita para hacer una obra?, ¿qué características lo constituyen? Jacques Derrida encontró el término éscriture “el signo representa el presente en su ausencia”.

El nombre del autor es más que apuntar a un nombre propio, es una descripción. Él da el ejemplo de el pronunciar “Aristóteles”. Éste es un nombre o palabra que significa una serie de palabras con descripción definida, es el autor de la “analítica”, el fundador de la “ontología”.

El nombre propio y el nombre del autor oscilan entre los polos de descripción y asignación.

La función del nombre del autor no es la de descubrir un estatus ni oficio. En nuestra cultura el adjetivo de autor es variable y acompaña ciertos textos y excluye otros. Hay casos en los que se usa una firma y no por esto se reclama autoría.

La función del autor es la de caracterizar la existencia, circulación y propósito de ciertos discursos en nuestra sociedad.

Originalmente el discurso no era una posesión o producto de alguien, sino una acción situada en un campo de dos polos, “Sagrado y Profano, Legal e Ilegal, Religioso y Blasfemo”. Fue hasta que el sistema de propiedad y los derechos de autor fueron establecios hacia el siglo XVIII y principios del XIX, que propiedades transgresivas, siempre intrínsecas al hecho de escribir, se convirtió en la fuerza imperativa de la literatura. Fue entonces que los beneficios y prejuicios del autor aparecieron. Creando la controversia que encontramos en nuestros días.

El estudio de Foacult nos permite entender el por qué existen autores que prevalecen a través del tiempo, muchas veces sin que sus obras lo sean. Existen asociaciones que hacemos de acuerdo a la cultura y sociedad en que nos desenvolvemos, que propician la actitud antes mencionada. Es lo aprendido, que en cierto modo se llama popularidad en dichas asociaciones. El ejemplo que nos da Foacult es el de asociar físicamente descripción física, cosa que no sucede. Muchos ignoran la descripción física de Aristóteles o Shakespeare, sin embargo, aunque no todos conocen sus obras, sabemos son autores que por ellas han prevalecido en la historia.

En un principio la literatura era concebida como una teoría de lenguaje, se le llamó retórica. Se anuló el lazo de lenguaje y literatura, sin embargo, actualmente está en el proceso de retomarse. Roland Barthes cree que al escribir, se puede extender la expresión con la ayuda de categorías lingüísticas. La semiocrítica es la unión de literatura con lingüística. Se cree que existe relación entre escritura y lenguaje.

Anteriormente, como mencioné, se creía que en la lingüística contemporánea no existía relación con el lenguaje. Sin embargo, la lengua arcáica puede ser tan completa y compleja como la lengua actual.

También existía el concepto de que la lengua no puede ser considerada como simple instrumento, ya que el hombre no existió antes que la lengua ni viceversa, no puede desasociarse. Por medio de la lingüística podemos encontrar diferentes niveles de anális.

La cultura es un sistema gobernado por una unidad de símbolos generáles. Así es que pueden existir disciplinas dedicadas a analizar diferentes niveles de descripción de cultura como lenguaje.

La teoría de temporalidad encuentra diferentes lingüísticas de acuerdo a la cronología. En el discurso puede aparecer la temporalidad del hablante y la historia de la narrativa, que relata los eventos pasados. Existe sistema temporal del discurso y el sistema temporal de la historia, que no interfieren a la subjetividad u objetividad del discurso.

Como persona, el individuo tiene personalidad y esto trae subjetividad. El discurso que da el autor o hablante, es una serie de elementos tanto temporales, cronológicos, como de personalidad. Influyen los aspectos culturales o aprendidos que se reflejarán en el discurso, ya de forma inconciente, aunque se intente ser objetivo. El ser humano por naturaleza es subjetivo.

En su artículo “La muerte del autor”, Roland Barthes expone con varios ejemplos, que una vez que la escritura comienza, el autor muere, ya que la escritura es la destrucción de cada punto de origen, de cada voz. En la escritura se pierde toda identidad. En el momento en que la voz pierde su origen, el autor entra en su propia muerte: la escritura comienza.

El autor es un invento reciente. En las sociedades etnográficas la responsabilidad de la narración era de un mediador, “shaman” o recitador, cuya actuacion, el dominio del código narrativo, era admirado, no su genio. Un ejemplo es el juglar.

Es por eso que el autor todavía reina en las historias de la literatura, biografías de autores, entrevistas, revistas, y en la conciencia de la gente de letras, ansiosa por unir a la persona con su texto por medio de cartas y memorias.

La imagen de la literatura está tiránicamente centrada en el autor y su biografía, es éste el horizonte de expectativas al que me refería al principio de este ensayo.

Mallarmé, poeta francés, fue el primero que vio que es la lengua la que habla, no el autor. En su poética quiere suprimir al autor en favor de la escritura.

Escribir es conseguir, por medio del requisito de la impersonalidad, alcanzar ese punto en el lenguaje “actúa y no “yo”. (Lejos de la objetividad castrante del realismo).

Valéry también cuestionó la idea de autor. Enfatizó la naturaleza lingüística y verbal de la literatura.

Proust, a su vez, quiso eliminar la relación entre el escritor y sus personajes. Hizo que el narrador no fuera el que estaba escribiendo o el que había presenciado lo narrado, sino que fuera el que iba a escribir, un personaje dentro de la novela (no sabemos a qué edad).

El Surrealismo contribuyó a la desaclarización de la imagen del Autor al recomendar la decepción de las expectativas de significado. Con la escritura automática, escribir rápidamente directamente desde el subconciente, o aceptando la experiencia de la escritura en un grupo.

La lingüística también ha contribuido a la destrucción del autor al demostrar que los enunciados pueden funcionar sin nececidad de los interlocutores.

El Distanciamiento de Bertlot Brecht, dramaturgo alemán, confirma esta noción.

Al eliminar al autor se transforma el texto moderno:

Antes: La temporalidad era diferente porque se concebía al (antiguo) Autor como el pasado de su propio libro. El autor precedía al texto.

Ahora: El Scriptor (escribidor) moderno nace a la vez que el texto. No hay más tiempo que el de la enunciación y cada texto se escribe eternamente aquí y ahora.

La escritura ya no designa el proceso de representación, sino que “interpreta” una forma verbal en la que el enunciado no tiene otro contenido que el acto por el que es emitido.

Ahora sabemos que el texto no provee un único significado telógico (el mensaje de un Autor-Dios) sino un espacio multidimensional en el que se mezclan y chocan una variedad de significados, y ninguno de ellos es original.

Barthes explica que los escritores sólo tienen el poder de mezclar textos ya existentes, no pueden usar sus textos para expresarse, sino sólo inspirarse en el inmenso diccionario del lenguaje y la cultura que “ya está escrito”. El Scriptor ya no expresa las pasiones, sentimientos e impresiones, sino que extrae ideas del inmenso diccionario de la lengua.

Asignar un Autor a un texto es limitarlo, darle un significado final, cerrar la escritura. La crítica literaria ya no se limitará a descubrir al Autor (o su sociedad, historia, psique) detrás del texto. Se creía que se había explicado la obra cuando se había encontrado al autor.

Al rechazar un significado único y secreto, la escritura supone una actividad antiteológica, que al rechazar un significado fijo rechaza a Dios y sus hipostáses (razón, ciencia, ley).

Buscando entonces la simbiosis de escritor y lector, la tan aspirada universalidad del autor, vemos entonces que el nacimiento del lector ha sido a costa de la muerte del autor: El texto está compuesto por múltiples escrituras que realizan los lectores. La unidad de un texto no reside en su origen sino en su destino.

Cuando buscamos un significado que se asocie con la función del instinto, existe un impulso totalitario. Según Jacques Derrida en su artículo “Estructura, símbolo o signo y función en el discurso de ciencias humanas”, tenemos en consideración la descripción que se le da al significante y su trascendencia, la mayoría de su trabajo enfoca el problema de la escritura. Su argumento es que Logos es primoridal con poder trascendental de conocimiento al ser presentado en un discurso, mientras la escritura es desplazada en cierto como la presentación de dicho discurso,

Él diferencia la gramatología de las lingüísticas, proponiendo que existe un modelo de escritura apuntando a una ontología positiva en preferencia a trazar el desplazo del significado.

En la gramatología de él, se ilustran las características como modo de análisis, siempre de una forma intelecutal densa, trazando tensión entre gestos y conceptos en el discurso. Él cree que en la gramatología está el hablante. La lingüística insinúa su orígen aparente y se diferencía punto a punto. Mientras lingüísticas se alojan en la fonología, él nota que en la escritura existe la idea de posibles ideales. Una idea esencial al discurso o leyes científicas o la descripción general de estructuras.

Confirmando a Saussure, que la escritura o signos es literaria, diferencía lengua de éste. El significado no radica en una relación de representación como una palabra a una cosa, sino como diferenciante de otros significados.

En el concepto de estructura existe un evento. La estructura tiene un centro en el que radica la función de sus elementos. Si la noción de estructura carece de este centro, representa algo irrazonable. La estructura centrada es el concepto de una función basada en un terreno fundamental. En la historia de la palabra existen adiciones, permutaciones, substituciones y transformaciones que afectan el significado de ésta. Tomando en consideración lo anterior, podemos entonces decir que el centro de la estructura tiene diferentes nombres.

La historia de la metafísica como la histoiria del Oeste, es la historia de estas metafora y metonimias. Así es que se puede decir que los nombres asociados o fundamentos, principios o el centro, siempre han designado una presencia invariable. Un ejemplo: trascendental, consciencia, Dios, hombre y más.

Tomando en cuenta la separación del centro, podemos entonces afirmar que el lenguaje trae consigo una problemática, ya que la ausencia del centro (en caso de que así se decida) en un significante, altera el significado. Autores en los que se ve la ausencia de este centro en el discurso son : Nietzche y la crítica de metafísica y conceptos de ser humano y verdad, porque fueron substituídos los conceptos de función en interpretación y signo sin realidad ni presente. La crítica Freudiana de autopresencia, que es la crítica de conciencia del sujeto o autoidentidad y de autoaproximidad o autoposesión. También la crítica de Hidegger con la destrucción de la metafísica de autoteología de la determinación del ser como presencia. Si anulamos la diferencia radical entre significado y significante, es el significante el que queda separado del concepto de metafísica.

Al establecer la diferencia antes mencionada, podemos reducir al significante al someter el signo al pensamiento, queda la interrogante entonces de que si esta reducción funciona, ya que existe una oposición entre lo sensible y lo del intelecto. Todos estos elementos se pueden entonces ver como formas multiples de discursos destructibles, y el desacuerdo entre los que los elavoran, como los autores antes mencionados. Lo anterior es relevante en las ciencias humanas, ya que podemos deducir que así nació la etnología como ciencia, por la paradoja como metafísica.

Existen conceptos que ya traemos, es entonces cuando nos podemos preguntar la objetividad del discurso. Tomando en cuenta las teorías de Strauss, de que los conceptos se asocian a cultura y sociedad, podemos ir atrás en la historia con los Sofistas, en donde lo que estudian son las oposiciones, que a su vez son establecidas si no por cultura y sociedad, lo es por normas, que fueron hechas por el hombre. Ver los orígenes de la prohibición universal del incesto.

El valor de cultura y naturaleza como oposición lo vemos en el libro “The Savage Mind”. En este libro podemos ver la teoría de Strauss. Tomamos los significados de alrededor “bricolage”. Esto lo vemos en la crítica literaria. Tomamos palabras y lengua que hemos heredado, no se es objetivo, porque no es lenguaje que hayámos creado.

En el libro de Strauss “The raw and de cooked”, teniendo en cuenta el mito y sus orígenes, Derrida lo considera el mito de la mitología. La ausencia del centro es por consecuencia la ausencia del autor. Porque los mitos carecen de autor, esto los hace ilusión histórica. La ambigüedad de este libro radica en la cuestión de que en el lenguaje existe lenguaje.

La totalización es inútil e imposible a veces, ya que al carecer de centro el significado se puede suplir y la dirección del significado varía. Los análisis de Levi Strauss confirman lo anterior con las diferentes funciones de fonémas en la lingüística, podemos decir que existe la tensión entre función e historia; así también como función y presencia.

Volviendo, por otra parte, a la pérdida o presencia, se anula el origen ausente, esta temática de inmediación rota es por consecuencia la entristecida, negativa, nostálgica, culpable del punto de vista de Rousseau; sería la afirmación de Nietzche que la afirmación de un mundo de signos sin falta, sin verdad, sin origen que ofrece una interpretación activa.

Hay dos interpretaciones de interpretación de estructura, de signo o símblo y función. Una busca descifrar sueños, de descifrar una verdad u origen que libera la función y su orden de los símbolos, y que existe con la necesidad de interpretación como escape. La segunda interpretación es a la que Nietzche apuntó el camino, en donde no busca etnografía como lo hace Strauss.

Al concluir él cree que no existe duda al escoger, teniendo en cuenta que nos encontramos en determinada región histórica. En donde se debe tomar también en cuenta la concepción de formación y gestación previa. Nuestro hoy es sólo un reojo de lo que ya existe. “Sólo las especies sin especie y sin forma conforman una monstruosidad”.

La arbitrariedad entre significado y significate tiene sus orígenes desde Platón, sin embargo se le ha reconocido a Ferdinand De Saussure como el que desarroló estos principios dentro de la lingüística. En su artículo “Ruta en lingüísticas generales”, De Saussure expone las diferencias entre significado y significante partiendo desde los signos lingüísticos que representa al idioma o lengua. Analiza el signo lingüístico, el valor lingüístico y la relación entre la asociación de sintagmas.

El signo lingüístico es arbitrario para De Saussure, ya que se estableció a una serie de signos lingüísticos. En este proceso se asocia un concepto con la imagen o signo de un sonido, él expone como ejemplo el de la palabra arbor que representa a un árbol, concepto que tenemos registrado como idea.

El valor lingüístico es el resultado de ideas y sonidos. De Saussure cree que la lengua es lo que une sonidos e ideas. Cada término lingüístico es un miembro, una articulación en la cual una idea se convierte en un sonido y el sonido se convierte en el signo con el que se representa la idea. La combinación de sonidos produce lingüísticamente una fomra, no una substancia.

Desde el punto de vista conceptual, el significado tiene que ser comparado con significados similares y opuestos, ya que el mismo significado no puede tener el mismo valor. Un ejemplo puede ser el de un trozo de carne listo para comer, que en francés es un “mutton” y en inglés “sheep”, dos conceptos distintos.

De Saussure también apoya su teoría con la existencia de expresiones idiomáticas y plurales dentro de cada lengua. Las palabras no tienen significados equivalentes porque no existen conceptos generáles anteriores. Un ejemplo es el de la lengua hebrea, en donde no existe diferencia de verbos por tiempos para conjugarlos, no hay pasado, presente ni futuro.

El valor lingüístico desde punto de vista conceptual, se puede observar con la diferencia del sonido de cada fonema que nos permite diferenciarlos entre ellos, por consecuencia estas diferencias traen ya un significado. El escribir también es arbitrario, ya que el sonido de las letras no es universal. El valor de las letras es distinto, el mismo sonido puede ser representado por diferentes letras, de acuerdo a la diferencia de lenguas. El valor de la escritura funciona en oposición recíproca dentro del sistema establecido del número de letras. La lengua es forma, no substancia. Todo lo antes mencionado no acarrea significado de acuerdo a los errores propios e individuales de nombrar las cosas.

Desde el punto de vista del sintagma, éste comprueba la arbitrariedad expuesta a lo largo del artículo, ya que son unidades de palabras, un grupo en el que se tiene que ver la relación entre ellas. El sintagma por definición, corresponde a la actividad mental paralela al lenguaje.

Como el sintagma pertenece al habla, ésta está caracterizada por una serie libre de combinaciones. Por ello no todos los sintagmas son iguales. Un ejemplo son las expresiones idiomáticas, que tienen su significado por tradición.

La relación asociativa es mental, por consecuencia, una palabra puede ser el centro de la constelación de muchas.

Creo, al igual que De Saussure, que es la mente del hablante y las circunstancias de éste las que establecerán el orden de significados y significantes. Son las percepciones individuales las que nos permiten tener una idea sobre determinado concepto representado con palabras, es aquí donde puede diferir el significado de palabras entre cada persona.

Wolfgang Iser, crítico alemán, explica en su artículo “El repertorio”, el proceso de las percepciones e interpretaciones como lector. Según Iser, los textos literarios siempre contienen huecos que sólo el lector puede llenar. El acto de interpretación es necesario para rellenar este vacío. Un problema para esta teoría deriva del hecho de si es el propio texto el que provoca el acto de interpretación por parte del lector, o si son las estrategias interpretativas de los lectores las que imponen soluciones a los problemas planteados por el texto.

Para Iser, la tarea del crítico no es explicar el texto en cuanto a objeto, sino examinar sus efectos sobre el lector.

En la misma naturaleza del texto está el permitir todo un aspecto de posibles lecturas. Él identifica dos tipos de lectores:

El implícito: lo crea el texto: “un sistema de estructuras que invitan a una respuesta”. El texto lo predispone a leer de cierta manera. El lector implícito es ficticio y lo proyecta el texto.

El real: recibe ciertas imágenes mentales al leer, que se hallarán matizadas por sus experiencias vividas.

Al leer creamos en nuestra mente ciertas expectativas basadas en nuestro recuerdo de los personajes y acontecimientos. A medida que avanza la lectura estos recuerdos se transforman y las expectativas se modifican.

El lector tiene que ajustar su punto de vista, rellenar los huecos o lagunas. Al resolver las contradicciones entre los diversos puntos de vista que surgen en el texto. Al rellenar las lagunas entre puntos de vista, los lectores incorporan el texto a su conciencia y lo convierten en su propia experiencia, que influirá las lecturas posteriores.

La cosmovisión del lector resulta modificada como efecto de la inteorización.

Iser inventa el término “efecto” en lugar de significado, para expresar lo que hace el texto en el lector. También usa el término “repertorio” que explica el tipo de situación que se necesita para que ocurra el acto de lectura. El repertorio son las condiciones necesarias para el establecimiento de una situación propicia para la comunicación. La situación literaria trae algo nuevo que complementa al sistema de pensamiento que ya existía. Trae lo que estaba ausente. En el acto de lectura, el lector ideal debe operar por medio de deducciones, que llenan las lagunas y completan la estructura del texto.

Al igual que Iser, creo que la Ficción y Realidad no son antónimos. Lo importante es la causa, lo que hace en el lector y no lo que verdaderamente significa. El texto, en el fondo de mi ensayo el poema, tiene éxito al provocar reacción en el lector. La literatura no representa la realidad, representa la lengua ordinaria. Y a través del repertorio, el lector puede tener estrategias distintas para entender el escrito. Lo literario y filosófico de nuestro repertorio, son las convenciones para la interpretación de una lectura.

Como escritores la carga del repertorio nos sirve para hacer una obra, y mostrar en ella la dinámica. La literatura siempre ha estado al lado del poder y ha servido para sustentar las fallas sociológicas. La prosa siempre ha estado al lado del poder. La literatura sive cono un equilibrio para apoyar el estatus QUO. La novela se basa en normas empíricas, sin embargo, la poesía lírica tiene un repertorio de literatura anterior. Para explicar la carga del repertorio en los escritores, podemos poner el ejemplo de El Quijote, en donde filosóficamente las ideas erasmistas influyeron en Cervantes, así como las novelas de caballería, una simbiosis filosófica y social, repertorio en Cervantes.

Vemos entonces que ningún poema se mantiene por sí sólo, siempre está en relación con otro. Ello implica realizar “malas lecturas” con el fin de llevar a cabo una interpretación. Este encubrimiento poético produce el espacio necesario en el que pueden comunicar los poetas su inspiración. Sin esta agresiva desvirtuación del sentido de sus predecesores, la tradición ahogaría su creatividad. Harold Bloom expone en su artículo “Poesía, revisión y represión”, que un texto poético no es la recopilación de símbolos en una página, sino una batalla psíquica de la que fuerzas auténticas por la única victoria remunerante: la divinidad del triunfo, la aniquilación del olvido. Defino entonces por conclusión, que un “poeta fuerte”, “buen poeta” es aquél, aquella, que no tolera que interfieran palabras entre La Palabra misma, ni el que precursores físicos intervengan entre él o ella y su Musa. El escritor está comprometido con su sentimiento, y en él muere-perpetuándose al explayarlo en tinta. Si las circunstancias de espacio y tiempo cambian, el poema “digno”, por ser producto de un ser humano que posee alma, queda como un mar en el que otros pueden mirar sus rostros, surgiendo así la universalidad.

Alicia Gómez Román

Agradecimiento:

Quiero agradecer al Doctor Ignacio López Calvo, excelente profesor y amigo; por presentarme a los posestructuralistas y con ello liberar mis gritos reprimidos, exteriorizándolos en versos. Por fortalecer con sus enseñanzas los cimientos que constituyen la poesía húmeda de una Mujer. Por no tenerle miedo a la crítica y aprender a exponer una poesía no castrada. ¡Gracias, Ignacio!

Obras consultadas:

Critical Theroy Since 1965. Ed. Hazard Adams & Leroy Searle.

Tallahassee: Florida UP, 1986.

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madres los alumbran,
sino que la vida los obliga
a parirse a sí mismos una y otra vez.

Gabriel García Márquez (1927-?)