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martes, octubre 16, 2018

La cárcel del martes.




Por Ingrid Odgers


Se repite la rutina de ingreso. Cristián, el joven interno me acompaña a la sala de clases. Esta vez no está el ambiente cargado de olor a cocina, ese tufillo como a comida rancia que se impregnaba fuerte el viernes pasado. Me instalo frente a la mesa de trabajo la caja de materiales la deja Cristián encima de la mesa, ¡voy por la otra señorita! dice animoso. Los alumnos rodean la mesa, son como tres a cuatro, saludan alegres, me llenan a preguntas, qué cómo he estado, que me recordaron el fin de semana, que están muy contentos conmigo…los miro con cariño y agradezco sus palabras. Un alumno me dice ¿puedo ver la caja?, la abro y digo claro que sí, son solo materiales, dime qué quieres que te preste y apunta tu nombre en una hoja. Después de revolver literalmente la caja toma un block y unos lápices, me pregunta ansioso: ¿puede prestármelo señorita? Por supuesto, pero no olvides anotar y pasarme la hoja.

Otro alumno consulta ¿qué haremos hoy día? Entonces les pido que tomen asiento y se tranquilicen, son muy inquietos sin embargo no está esa ansiedad que abundaba por la sala el viernes pasado. Cuando  cada uno tiene sus hojas y lápices empiezo a leerles un resumen de una novela y les pido que escriban su opinión respecto a la actitud de la protagonista y sus circunstancias de vida. En silencio y obedientes como niños de jardín realizan el trabajo luego de comentar en conjunto la novela donde entrego algunos detalles más y les explico la narración. La verdad que había que pasarles una película sobre el libro, pero lejos de lo que creen en Santiago, en la penitenciaría no hay data show, no hay computador que se disponga para la clase…eso no es posible. Les digo que para la próxima clase veré la posibilidad de un Data y un computador… Entregan los trabajos con su visión, algunos hacen un poema. Todo lo recibo me interesa que trabajen pero también charlar, intuyo que ellos lo necesitan ser escuchados por alguien mayor les interesa y mucho. Varios alumnos que se inscribieron para esta sesión, abandonan la sala, hasta la próxima clase señorita, debo ir a trabajar, discúlpeme.

Así es la cárcel, los internos no pueden ausentarse más de una hora - hora y media de sus quehaceres, todos hacen algo y deben cumplir. Les pido: niños para la próxima necesito sus trabajos. Sí señorita, lo haremos. Sin embargo, los alumnos no son siempre los mismos, van rotando cada sesión, unos porque trabajan, otros porque no tienen ánimo. Le pesan las rejas, pero no solo eso, el trato que reciben, ese trato de pertenecer al inframundo, a la escoria social. Muchos sufren depresión, angustia, ansiedad…dolor,  y su único alivio es la marihuana y una que otra pastilla que les venden en la misma prisión.

Les leo algunos poemas como segundo trabajo planeado para ellos y vuelven a sus hojas y retoman el lápiz. Al despedirme la misma ansiosa pregunta: ¿Volverá la próxima semana?

Me dan la mano, unos me abrazan, no se pierda dice otro con cara de súplica. Les acaricio la nuca y me despido. Tengo una sensación contradictoria algo de alegría y algo de dolor. Yo quiero a estos cabros, pienso mientras camino a la guardia a retomar mis objetos personales: La billetera, el celular mi llavero y las gafas. Hay que cubrir rápidamente los ojos para que no adviertan unas rudas lágrimas que se agolpan lento sobre mis mejillas.

sábado, junio 30, 2018

Poema a Soraya


Caracol


A Soraya


Cuánta zozobra vino a tu sino
No quieras recordar
La obtusa manía histérica
La persecución
Los pájaros mutilados
El lento arrastrar del tiempo
El farol apagado
Albur desventura miseria
Albur desventura desdicha
Escribiste en tus cabellos
Y tus pies deletrearon aquella ira
–pobres días -
Muchacha de junio
No fue suficiente el peligro
Que tus dientes vieron en los días tortura
Dime dónde avizoraste justicia
Sable que clavó tu entraña
Cuánta zozobra
Para luego reposar la cabeza en balacera
Y volverte nívea pura inerme
En la fláccida balanza
_ ya lo sabes, esa justicia inexistente_
te dormiste
El clamor es uno ¡No recuerdes!
Y no permitas que olvidemos. No permitas.

Comentarios

No hay necesidad de templos, no hay necesidad de filosofías complicadas. Nuestro propio cerebro, nuestro propio corazón, es nuestro templo. Mi filosofía es la bondad. Dalai Lama

seres humanos

Los seres humanos no nacen
para siempre el día en que sus
madres los alumbran,
sino que la vida los obliga
a parirse a sí mismos una y otra vez.

Gabriel García Márquez (1927-?)