lunes, diciembre 15, 2014
domingo, septiembre 19, 2010
Poema del libro "En las frías rodillas del mundo" de Ingrid Odgers
Fluye la sangre de mis dedos
de mis ojos
de mis manos
metida en la trampa
en la hondura pegajosa del bosque
dibujo senderos
escudriño horizontes
perdida en el sótano del prejuicio
en el escándalo de las cortezas del mundo
que atropellan
mis pies atados permanecen
como perros heridos
vapuleados por la corte del abismo
del hambre de estrellas
del abandono
que injuria
sin madre
sin pechos.
Prohibida de mi
muevo la columna
con un puñado de palabras libero la prisión
el filo amargo del concreto.
Arde el alma
como un faro rojo
preñado de constelaciones
por la ráfaga del movimiento
y tropiezo
y caigo
muerdo las heces
hundo mis párpados en la noche gigante
de la espesa decepción
y despierto
me levanto
y prosigo en el fragor de la batalla
en medio de la inmundicia
de los tribunales cadaverizados
y junto a los seres amados
que copulan con la muerte
huyo del terror
tomo mis fantasmas
y juego a la vida
a tomar el vino de los lagares inmensos.
Balbuceo
gimo
me tiro los pelos
corro
me rompo humillada
y hastiada
prohibida de callar
de permanecer muda
balanceándome
en los afilados dientes de las máscaras
que transitan y acosan.
Dejo de ser una cerradura hermética
un pájaro roto confundido por la estructura social
y sangran mis narices
sin asco
desangra la noche en mis oídos
en las populosas avenidas
en los viejos pasajes de mi casa
en las veredas torturadas por los pasos ancianos
Una gaviota putrefacta
permanece en los durmientes
que atraviesa un caballo al trote puro
santo
desprejuiciado de modernidad
y eres tú sigilosa el presente
el agua y el pan.
En esta espantosa lucidez
brillan luceros en tus ojos
escapo del hierro de la mandíbula
salgo del laberinto
con un libro sumergido en mi seno
me fugo de los congelados cuartos que me cobijaron
del extraño idioma de la gente
y arranco los vidrios de mi rostro
de la planta de los pies
y me abro como una lengua llena de pus
hambrienta de sacramento
sin nubes
sin dominio
sin el más mínimo pudor.
En las entrañas de la sombra
mi mano suspiró
y la historia la hace a pulso
segundo a segundo
el aliento de la letra vuela
enajenado
envuelto en llama
en vértigo.
Mientras beso tus pies olvido la desdicha
paseo por la luz que salta de tu cuello
y provoca este delirio
que extermina el estallido de lo inmóvil
la médula de lo fútil
y pulveriza el silencio en mi mejilla
y en la punta de la lengua.
lunes, junio 01, 2009
Sergio Ramón Fuentealba - Concepción, Chile (1934-2009 )
Sergio Ramón Fuentealba
Vendrán otros y hablarán de tu obra. Yo hablaré de tu persona, de tu carácter afable y gentil, de tu sonrisa y dulzura.
Nadie como tú me estimuló en mi trabajo poético, nadie como tú me dirigió palabras bálsamo en el ajetreo cotidiano y literario, en breves e intensas charlas. Recuerdo palabras sanadoras, manos amigas y cercanas. Hablo de empatía y corazón. Hablo de la alegría de compartir la literatura y compartirla con grandeza. Otros vendrán y hablaran de tu obra. Yo me uniré, al espíritu doliente de tus próximos, a la congoja de tus compañeros queridos. Tu espíritu reposa en alto cielo, ajeno a la prisa demoledora del tiempo actual, aquella que impidió que nos detuviéramos a conversar en la esquina de Colo-Colo y Barros Arana. Amplias sonrisas y brazos alzados se saludaron efusivos sin pensar que sería la última vez que se encontrarían en la vorágine de una impasible vereda penquista un mediodía de abril. La madrugada en desvelo me envuelve en confusa nostalgia.
Nos conocimos en
Un 6 de febrero de 2004, Matías Cardal escribió:
Conocí a Sergio Ramón Fuentealba Moreno en octubre del año 1985. Yo era rector del Liceo Vicente Alberto Palacios Valdés, de Tomé, cuando él solicitó una audiencia para ver la posibilidad de presentar la obra de teatro
Había nacido este escritor en Concepción, el 23 de diciembre de 1934, en la calle Freire, a media cuadra de Colo-Colo, en una casa que su padre arrendaba a Tomás Mora Pineda.
Estudió en los Padres Franceses de Concepción, y en 1950 pasó al Liceo de Hombres Enrique Molina, colegio donde fue alumno de René Cánovas Robles, quien lo incentivó en la lectura de obras literarias, lo que lo marcó para toda la vida, convirtiéndose, desde aquellos lejanos tiempos, en un verdadero devorador de libros.
Siendo muy niño, solía viajar a Tomé para pasar algunos fines de semana en casa de su tía Olga Moreno de Moena. A la edad de 21 años, en 1955, se traslada a Santiago, año en que allí conoce a Teodoro Lowey, el actor y director, por ese entonces, del Teatro de Ensayo de
Durante un año estudió teatro en su Academia, deslumbrándose con esta actividad. Su primera participación importante como actor, interpretando el papel de un juez, fue en la obra El Licenciado Pathelin, una obra anónima de
En 1958 -estando todavía en Santiago- comenzó a escribir artículos sobre la actividad teatral en el diario Crónica de Concepción. Al año siguiente, está de regreso en la zona y empieza a escribir para el diario El Sur, una columna con el nombre de Correo Teatral.
En 1962, crea el programa El Teatro en
En 1985 comienza a visitar nuevamente Tomé y el 13 de octubre de ese año presenta en varios lugares la obra
Sergio Ramón Fuentealba ha publicado numerosos artículos y entrevistas a personajes, parte de los cuales han visto la luz en numerosos folletos y libros, entre los cuales sobresalen Volodia Teitelboim, Gonzalo Rojas, Poeta en su Torreón, Crónicas Penquistas y Refrescando
Como autor teatral, estrenó con éxito, en 1996, su obra Huellas en el Cemento y en 1997, Las Pascualas Encantadas.
Fue galardonado con el Premio Nacional de Arte y Cultura de Tomé el año 2002. Actualmente vive con su familia en Tomé, en las hermosas lomas de Veguillas, y continúa escribiendo para diarios y revistas regionales interesantes comentarios y lozanas crónicas.
Fuente: Web
viernes, enero 30, 2009
NO SERÁS DE AQUÍ
cuando tenga la muerte un reloj sin manillas
A la hora de la gran lupa
cuando tenga la muerte un celular apagado
A la hora del verdugo
cuando el barro es vidrio
y el vidrio carretera de golpes trastornados
No serás de aquí
Y el fuego
como un beso de sangre
como un pájaro estático
arde
ahogado en vísceras pizcas
ahogado en obscena noche
de estiércol bañada
completa y sola
rabiosamente bañada
Tamaños laberintos este tránsito
en el gran libro y en todos los libros
la carne lee lamentos
en todos los papeles y en todas las credenciales
A la hora del verdugo
permanece sin llaves
vestida de gemidos
A la hora de
A la hora
jueves, octubre 25, 2007
Comisión
de mañana y noche
de fuego y túnel
Las hojas se dan codazos
en mis rodillas
encima de la cama
en el escritorio
No abandono la casa
Cercada de carpetas blancas, cremas, rojas
De cien maneras diversas
No puedo escapar a diez mil pies de altura
No puedo escapar en la cintura cósmica
No puedo hundirme en las pupilas de las nubes
No abandono la casa terrestre
Voy y vuelvo
en el vientre del alba
en rocas de tumbas y pastos ciegos
en relojes aéreos y escaleras circulares
No abandono la casa
Todas las cosas y los fragmentos
Sueñan
Todas las frutas y los viñedos
Todos los milagros inesperados
Residen
En la extremidad de tu pie
Residen
viernes, septiembre 28, 2007
Poema
DECLARACIÓN
Me declaro inocente
Del espino
Del madero
Me declaro inocente
De pies y manos
De este sol tardío
De la lluvia de invierno
De la lengua voraz
Y tengo un pretexto
Y expío culpas
Desnuda ceñida de nubes opacas
Tendida con los brazos abiertos
Expío Debajo del árbol
Lejos de la manzana
Para no morir señores
Para no morir y
Recojo las uvas
Tomo el rocío la sangre la mano
Me visto señores
Tomo la vida
El ancho camino el poema
Y con una copa alta de cristal
Y de mieles transfiguro pesadillas
Me declaro inocente
De todas las fugas
De todas las cumbres
Escucho atenta
Detrás de la puerta
Inocente
Detrás de la ventana
Inocente
Expío escucho atenta
El silencio brutal de los muertos
El aullido bestial de los vivos
La lengua indecente y fatal
Yo escucho yo elijo
Señores la vida
En fin Es asunto de Dios
sábado, junio 30, 2007
Presentación de Memoria de un juego
Juan Cameron
En el doceavo poemario la poeta Ingrid Odgers apuesta a una obra de género y propone la narración del deseo y de la espera, el furor del encuentro y el retorno a la ausencia natural del individuo. Sólo que, en este caso, la imagen esperada parece ser la de la palabra o la del motivo creador del texto artístico, escondida bajo una metáfora que considera tanto los aspectos del conocimiento, como la explícita cuestión del género.
La palabra es un acto de amor, no cabe duda. Y el deseo por ella, nos lo dice Ingrid Odgers, se convierte en el oficio y el objetivo de la existencia. Preocupación constante en nuestros creadores -véase por ejemplo a Óscar Hahn en su Arte poética o al hiperbólico Gonzalo Rojas - en Ingrid deja una mancha transversal frente a la cual los objetos resultan una mera sucesión de nombres, nada más. Enumeración caótica, si se quiere, las cosas del mundo constituyen apenas el registro vivencial, las huellas sobre la arena que a través del tiempo permanecen, como simples sombras o cenizas, para dar cuenta nuestro paso: “árbol y hoja/ pandero y flauta/ todo sucumbe al tono y al ritmo”.
Tal vez para medir el alcance de la palabra, en este mundo actual vaciada ya de significado, sea necesario volver a la filosofía, volver a pensar a través de ella. ¿Y cómo hacerlo si su lámpara fue extinguida y esa luz secreta apenas alcanza para algunos pocos elegidos? Para Ingrid el secreto no le es ajeno: “enamorada de los enigmas y del juego/ escudriño los rincones/ el guión parece real/ pero no tiene ninguna semejanza/ con la atmósfera que respiro”… En el claroscuro de su gabinete comprende que tal enumeración no es caótica por pertenecer, los sustantivos expuestos, a un orden distinto; sino por constituir el reflejo de este sin sentido. En definitiva, parece que la poesía perdió frente a la filosofía el rol de policía ético de la sociedad. Para ella, lo dice, no es más que una marca invisible que a nada la vincula, “una práctica que parte de una sombra/ un destino no elegido”.
El hermoso Walter Benjamín, poco antes de su injusta partida y de habernos relatado la belleza de París a pesar de la ocupación, aclaraba: “el lenguaje de esta lámpara, por ejemplo, no comunica esta lámpara (pues la esencia espiritual de esta lámpara, en cuanto comunicable, no es en absoluto la lámpara misma), sino la lámpara-del-lenguaje, la lámpara-en-la-comunicación, la lámpara-en-la-expresión”. Nunca será en vano el esfuerzo de la poesía por rescatar la ubicación que tuvo, desde el canto y el pandero, en la casa de la Historia.
Y nunca será en vano, tampoco, este magnífico intento de Ingrid Odgers por rescatar el oficio de la palabra desde la niebla y el abismo.
El deseo, sabemos, germina desde la ausencia; y de aquella nace una vez más el deseo. La búsqueda de la palabra será su propio oficio y su utopía pues, sino, “este poema no tiene columna vertebral/ lo devoraron los trenes/ el ulular del viento (…) los álamos del hastío”. Vendrá, qué duda cabe, y se irá tal como se han ido los nombres de las cosas, el significado del sentido, con cuyas letras, ínfimos signos de esta palabra, se escribe también el término destino. Esta es la clave encerrada en la Memoria de un Juego. Será tarea del lector descubrirla una vez más.
miércoles, junio 20, 2007
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seres humanos
para siempre el día en que sus
madres los alumbran,
sino que la vida los obliga
a parirse a sí mismos una y otra vez.
Gabriel García Márquez (1927-?)