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viernes, octubre 24, 2014

Presentación de la Novela De tu sangre cautiva- editorial Segismundo - Juan Carlos Barroux







Fragmento de Novela De tu sangre cautiva

COTO

Esta vez no eran duendesEra Sandra, por esas casualidades, si es que existen las casualidades dirán algunos, la verdad,  yo no lo dudo, como decía, resultó ser Sandra, la ex esposa de Pedro. Ella acostumbra a llamar sin importar la hora, para realizar algunas preguntas, algo indiscretas a mi modo de ver, respecto a su flaco y detestable marido. Porque ni dudar que lo detesta. Suelo decir que a él le va fantástico, que ha emprendido un nuevo plan literario y ha sido invitado a grandes e importantes encuentros de escritores. Es lo que se espera de los amigos. Generalmente aumento los éxitos de mi conocido y trágico poeta para la infelicidad de su ex mujer.  No creo que a ella le importe el padecimiento de Pedro. Es dinero, siempre es el dinero el que la motiva a llamarlo, a buscarlo, a saber en qué lugar se encuentra. En cuanto a mi,  digamos que no considero comentar los fracasos y múltiples dolores de mi amigo Pedro. No sé si dije que él es poeta. En otras palabras, al decir de muchos en nuestra sociedad: un varón que vive el límite haciendo de su vida una burda payasada. ¿Para qué sirve la poesía? Se preguntan demasiados en este país despoblado de lectores. La inutilidad de esta rama de las artes es conocida en todo los niveles de la pirámide cultural en el mundo. La poesía no vende, dicen libreros y editores, nadie o pocos, apuestan por ella. Es la pariente pobre: la olvidada y vilipendiada poesía.

Todos creen que los poetas pertenecen a un coto de caza privado y que su finalidad es producir objetos bellos, tan bellos como inútiles, un coto privado de razón de ser y de medios adecuados para sobrevivir. Esto último es bastante evidente. ¿Quién puede vivir de ella? Nadie. En lo íntimo, se que Pedro arde y se oxigena con los versos, es una especie de anestesia que no tiene efectos secundarios. Claro, nadie comprende a los poetas. Mal puede la ex de mi amigo percibir el limbo indisoluble en que se bate y regocija su otrora amante marido. Creo que Pedro vive por la poesía, dosifica los abatimientos y retoña para volver a descender al hondo pozo. Me guardo bien de comentar a la cursi y banal Sandra que su ex  sufre precisamente, por la mísera existencia que le otorga la poesía en el laberinto de la provincia. Extrañamente, la escritura es su razón de ser. Sangre que justifica su paso por el lúgubre globo terráqueo, desalmado en la extensión de los gemidos que provoca el crepitar de los cuervos en el planeta, contaminado de egoísmo y amenazado por el brutal calentamiento global.  Volvamos a Pedro, antes tomaré Bilz y fumaré un Kent. Apresuro el cigarrillo y el vaso de líquido con hielo, el relato no me deja descansar, el tono me busca o lo busco y el cíclope frente a mi, atrapa con su pupila siempre inquisidora como un inspector de policía en el cuarto de los interrogatorios, implacable y voraz amedrenta este espacio íntimo, sujeto al culto del dinamismo de los dedos apuntando a cada instante el cursor a su pupila expectante entre sus pestañas doradas por la luz artificial de la lámpara que instala imponente sus caderas encima del escritorio a las dos treinta y uno A.M. de un lunes que abre sus alas como pájaro en busca de  nuevos y rojizos nidales.

domingo, junio 09, 2013

Poema Dictadura





Dictadura


                                       A Carlos Enrique

Salvo tú y yo

ellos fueron felices.

Éramos ciegos en busca de luz

cascabeles  gritábamos  cascabeles.

Alguna guía para salir del horror

de los telas funerarias

de  la mies desaparecida.

Salvo tú y yo

los otros fueron felices.

Perdimos inocencia y  alegría.

Luchamos

bajo el eco de casonas

y playas de moda

bajo el vacío de sus risas y copas.

Luchamos

Nos estranguló el tiempo

en mañanas rotas

noches sacrosantas / inescrupuloso yermo.

Dijimos adiós.

No logramos superar la tortura.

(c) Ingrid Odgers Toloza

domingo, septiembre 09, 2012

Fragmento "De tu sangre cautiva"



PÁJAROS SOLITARIOS

(Pág.99)

Nunca como hoy había andado Isabel por páginas borrosas semejantes a un nido de pánico. En las pesadas sombras que la anegan, los árboles desnudos la acogen. Y todo por un niño inerme que alborotó su infancia, los años púberes. Un niño convertido en hombre. Poeta. Un hombre que la desestabiliza. Vaya encrucijada la de esta mujer, sola por opción, abandonada de hijos, abandonada de amores, herida por el texto que la descubre. El hombre nunca puede saber qué debe querer, dijo Kundera, porque vive sólo una vida y no tiene modo de compararla con sus vidas precedentes ni de enmendarla en sus vidas posteriores. ¿Es mejor estar con Pedro o quedarse sola?     Disyuntiva de difícil resolución. Sentada en el sillón tiene los ojos fijos en el techo. La composición literaria estaba para ella, apenas esbozada. Todo de nuevo, se decía y permanecía estática como un pájaro solitario que urde palabras en el cosmos, el polvo y la sal de sus alas exterminan la sangre, la sangre de las calles del orbe.   El nombre de Pedro camina sobre el oleaje de su cuerpo y cientos de francotiradores han tirado perdigones en su espíritu. ¡He sido yo! exclama Isabel, de pronto, se levanta del sillón y camina hacia el escritorio, al teclado, y son rayos los que salen de sus manos hurtando palabras a su inconciencia. La novela continúa  con o sin él. Está decidido. El arma había querido disparar sobre Pedro. Terminar con su vida para que el relato no siguiera. El propio Pedro la sostenía entre sus manos, la sustenta en ese deseo de convertir su amistad en algo más, pero iba aún más allá, quería arrasar con Isabel la culpable de su protagonismo, la creadora de ese texto estrafalario que pretendía retratarlo ¡Cómo si lo mereciera! Dijo él, exhausto por la batalla. Isabel mantuvo la ceremonia ante el monitor, con los ojos fijos en la pantalla de múltiples píxeles grises y no puede enhebrar las palabras. Una higuera seca se refleja en el cíclope y la frustración la envuelve. Piensa que no es una gran escritora y cuestiona lo que su mente elabora. Hay unos libros encima del escritorio, los coge y empieza a leer algunos fragmentos, al descuido. Revisa a Kundera, Montero, Donoso, busca auxilio. Un breve cabo de hilo, algo que haga estallar las palabras, que se confunden y escapan. Ella tomó una decisión, pero el protagonista sigue eludiendo ser mencionado, no logró eliminarse, pero corre, corre como un ladrón sorprendido en el acecho de su presa. Isabel comprende que no puede liberarse del te amo de Pedro. Que la angustia se ha paralizado. Está encarcelada por un sentimiento que rechaza. No sólo porque cree que el amor entre dos personas que aman la escritura, es complicado y destructivo sino que la amistad y sólo la amistad, se desentiende de las cuestiones de propiedad: mientras que en el amor siempre está presente la problemática de la posesión, la amistad pareciera sellada por la desposesión. Frente a los amores que se tornan exclusivos y requieren exclusividad del otro, la amistad hace posibles los múltiples amores. Rilke indicó la relación entre el amor y la  desidentificación, mostrando cómo los amantes pierden todo forma de la conservación de sí: a veces el uno se anonada sólo para que el otro prevalezca, la reflexión sobre este conocimiento (adquirido en sus lecturas), la hace creer sólidamente que ella y Pedro son como pájaros solitarios que se unen temporalmente, es decir: Lo que los aproxima es a la vez, lo que los mantiene alejados: apartados de toda asimilación apropiadora del otro, de toda determinación de igualdad que nivela para dominar. Isabel se detiene un instante. Tal vez esto explica mi relación con Pedro: somos como las naves que en medio del mar del devenir celebran juntas una fiesta, para después aprontarse a la partida. Y eso es para mí lo cautivante, lo que colma mi espíritu, completa la paz. Nadie es dueño del otro. Nos mantenemos libres para crear y reunir esporádicamente nuestras existencias posados en la longitud, anchura y profundidad del amor por la palabra. Isabel comprende que debe detenerse para dejar a Pedro encontrar el verdadero refugio, el puente que lo conduce al real amor. Escribe con la pasión que le caracteriza y ve a Pedro sentado en su cama del viejo departamento, con el notebook en las rodillas, el gato plomo lamiendo sus patas,  quizás ronronea a su lado, y él, el poeta, en el clímax de la resurrección creadora. La misma resurrección que origina la única fuerza que puede mantenerlos juntos por largo tiempo. El presente ha superado el pasado.


lunes, noviembre 03, 2008

Círculo


Había un círculo sobre su cabeza. En el espejo. Su rostro desmadejado lucía pálido. No se había afeitado en semanas. Cerró los ojos y pasó las manos por su nuca. Se observó de nuevo en el espejo. El círculo persistía. Intentó borrarlo con ambas manos, agitadas, frenéticas. Se encontró una espinilla en la nariz. Era pequeña y roja, Empezó a pellizcársela. Una gota de sangre manchó su piel. La secó con un pedazo de papel. Se lavó la cara. Se miró en el espejo. El círculo negro como un alambre seguía allí. Intentó de nuevo eliminarlo. Se restregó los ojos, por si era parte de una visión desquiciada, una fantasía. Pasó la toalla por su nuca. Uno de sus dedos cayó al lavamanos. Dio un respingo. Tocó su mano con cuatro dedos, el índice había desaparecido. Se sintió sorprendido. Es increíble como se puede cambiar de un rato para otro. Tenía un círculo dando vueltas sobre la cabeza y había perdido uno de sus dedos. Respiró hondo. ¿Qué cresta pasaba? Un estremecimiento lo sobrecogió. Su mano no tenía sangre y ese majadero anillo oscilando como colgado del techo, lo miraba amenazante. Iba a dejar la toalla en la barra y se percató que su ojo, uno de sus ojos se había enredado en ella. Tuvo ganas de llorar. O de gritar. Pero su madre estaba al otro lado y no deseaba asustarla. Se miró al espejo. Ahora estaba con el círculo, sin un dedo y sin un ojo. Podía ver el agujero. No había rastros de sangre. Intentó de nuevo derribar ese anillo idiota. Miró hacia el lavamanos su dedo estaba allí atrapado en la rendija. No quiso tomarlo. Su ojo en la toalla. Estaba asustado. Ese círculo solo le había traído malas consecuencias, el dedo, el ojo. ¿Qué haría? Se sentó en la taza del baño. Empezó a recordar cómo había llegado hasta allí. Estaba a punto de un ataque de nervios. Miró el ojo en la toalla. Un sudor frío lo recorrió. De pronto cuando estaba sumido en olas de agua turbia que salían de las paredes blancas y rebosaban el cuarto de baño escuchó una voz que le decía: ¡Despierta Pablo!, mira que el desayuno se te enfría. Se levantó de un salto de la cama. Se precipitó hacia el espejo que estaba en su cuarto, el círculo persistía. El dedo se había convertido en una llama que brillaba al fondo de la cuenca de su ojo.

domingo, noviembre 02, 2008

FIESTAS PATRIAS



Abrí la tapa color rojo y tomé un largo sorbo de Evian. Claramente el “dieciocho” me resultaba insoportable. Todo ese barullo de “cuecas”, vino, empanadas y vestidos floreados, me dejan chato, pensé mientras bebía otro sorbo de agua mineral. Son las 3:17 de la tarde del domingo, un día más de este largo festejo. Único en la historia de mi país. Dije “mi país”, sí, no “este país”, que tiene un tonito despreciativo que deja, cuando lo escucho, un sabor amargo, “como natre” diría mi abuelo, si estuviera vivo. Me puse los calcetines gruesos, los grises. Me tendí en la cama. Escuchaba los gritos que venían de la vereda y el motor de uno que otro vehículo que transitaba por la calzada, vestido de “dieciocho”. Tomé otro sorbo de agua. Me quedé arrollado como gato. Tenía frío. Unos rayos de sol herían mi rostro. Me cubrí con uno de mis brazos. Los gritos, el sol, el frío. La insoportable celebración patria. Una bola de nieve se incrustó en mis tobillos. Era redonda, perfecta, una verdadera espuma blanca. Recordé a Julia. Esa tez pálida, el pelo largo y liso, la cabeza hermosa que coronaba un cuerpo menudo, atractivo. La bola creció y mis piernas quedaron paralizadas por esa masa voluminosa. Se extendía por mi espalda y sentí como el frío calaba mis vértebras, la bola de nieve repentinamente se había deslizado por mi tronco y agobiaba impasible mi garganta. Me encontraba atrapado por la esfera y mi cuello y cuerpo estaban congelados. Pataleé, hice algo de presión con mis hombros en la piel interna de la cápsula helada. Inútil. Hice un nuevo intento para salir de esa esfera hambrienta. No pude. Julia apareció ante mis ojos, su mirada era un lago azul que me hechizaba. La extraño, pensé y miré la botella de Evian. Sí, tenía sed y estaba escarchado. La angustia se adueñó de mí. Luego de un rato, concluí estas son mis fiestas patrias. Estaba resignado a mi suerte. El teléfono me observaba. Julia se metió por mi cabeza y besó mi lengua, la cavidad rojiza, caliente de mi boca, sentí el recorrido de sus muslos por mis hombros, sus manos recorrían mis vísceras, apretaban mis riñones, sus dedos corrían por mi columna. Me estremecí. Abrí los ojos. Mi cuerpo continuaba atrapado por esa masa mórbida blanca. Una calidez me invadía. Julia hizo presión en mi entrepierna fue entonces que estallé en aullidos, en carcajadas incontrolables. De mi cuerpo fluía sangre y agua, volaban vísceras fragmentadas por los aires. Todo aquello diluía la bola de nieve. La masa mórbida. El hielo. Julia salió de uno de mis costados. Yo estaba conmocionado por el clímax. Ahora, ella decía adiós desde la puerta. Volveré exclamó, dio media vuelta desapareciendo. Escuché nuevos gritos debajo del balcón. Sonreí.

Comentarios

No hay necesidad de templos, no hay necesidad de filosofías complicadas. Nuestro propio cerebro, nuestro propio corazón, es nuestro templo. Mi filosofía es la bondad. Dalai Lama

seres humanos

Los seres humanos no nacen
para siempre el día en que sus
madres los alumbran,
sino que la vida los obliga
a parirse a sí mismos una y otra vez.

Gabriel García Márquez (1927-?)