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lunes, septiembre 24, 2012

MI LUJURIA





       © Ingrid Odgers    



Yo lo vi todo

Lo vi todo

No necesitan decirme nada

Nada

Porque mis binoculares invisibles

Me permitieron otearlo todo

Hasta el estiércol de las ratas de abril

Los rinocerontes aturdidos por la niebla

El asco caminando en cuatro patas

El vómito en la espalda de los ebrios

La mochila de los jóvenes sin lengua

La tortura del silencio en los oídos de los grillos

Porque mis binoculares invisibles

Rodearon la tarde de los sesos dormidos

Robaron las pupilas desgreñadas

Asaltaron la mansión del psicótico

Y asombraron mi ojo turbio de emociones clandestinas
Lo vi todo

No necesitan decirme nada

Nada

Porque mis binoculares invisibles

Me dejaron ver los hombres y las mujeres saltando en pijama

Las gallinas desnudas y los gallos hirvientes

El semen de la cocina derramado en la tierra

La noche oculta en los glúteos de las mujeres gordas

Cocineras del hambre y del sudor viscoso

lo vivi todo


Y no quiero escuchar las horribles mentiras de los hombres

El engaño de las mujeres viles con sus patéticas lágrimas

Los saltamontes de la ira enjuiciando mi ojo

El pulso de las ovejas resbalando sobre mis costillas

Desatornillando el  sentido de mi gigante

INERCIA

En esta tarde  tarde / tarde

de abril

martes, enero 10, 2012

Tres poemas Antología Personal "Galería", Ingrid Odgers



INSOMNIO

Voy por una escalera infinita
Enredada en las algas de un suspiro
Viajo ciega por laberintos circulares

A veces la tortura es mejor

Que esta letra homicida
Que esta palabra muda

Que no te oigo
-exclamo-
Que no te siento
Que no vienes

A desterrar la zozobra
A romper los axiomas

El silencio

y la arena
la arena
Que no vienes no vienes
a extraerla de mi…
de mis ojos





DESVELO

Déjame
Forjarme una palabra
Convertirme en los signos que corren por la noche
Tomar el alba del insomne
En el primer canto de gallo
En la primera campanada de la vieja estructura
En el primer café amargo del día

Alejarme de una vez de este vómito
De esta neblina que grazna
De estas plantas que aúllan
De estos perros lánguidos que pasean por la puerta
Deja  ya
Trazarme el descanso de una tina de esencias y espumas
Y beberme las sombras en un chorro de agua
¡¡Vete ya!!
Desvelo sempiterno desvelo desgarrado
Déjame por una vez ser los signos 
Los símbolos fónicos agudos y graves
Que empolvan y sacuden   la palabra




REINA

Jugamos a que estamos perdidos
en las sombras de la noche
en la veleidosa claridad del día.
Jugamos al ajedrez sintáctico y fónico
En la tarea de Atrapar la reina y
Escapar de la reina
Ella
La palabra.
Trazamos el paisaje de grises y negros
Esclavos de la voluntad obsesión de  antiguo enajenado
Pequeños somos pequeños  mínimos.
Las piedritas son como los pies
(Nunca saben hacia donde se dirigen en el tiempo de la simulación y el pecho herido ¿herido?)
Pequeños indefensos arrogantes culpables de falsa humildad engalanada con sonrisitas y palabras cursi. (Discúlpame querida, que lo mencione)
Arrogantes hormigas calzadas de espesura entran en el mapa de las consultas
¿Escuchas?
Y es que soy y es que soy…. ¿Soy?
Nuestros labios proclaman la duda
Esa bestia preñada de parásitos oscuros
Inútiles en el tapete
¿Escuchas?
Vamos como una calavera calva y tiesa titubeante
(De trapos nada sólo huesos tocando puertas selladas)
Jugamos a que estamos perdidos en las sombras de la noche
en la veleidosa claridad del día.
Como si fuera de pasión está angostura, estos dedos en mi frente
aquí en mis sienes
Caprichosas imágenes retumban desatadas máquinas
en el juego de la nada por la nada, se incrustan
se incrustan y clavan

lunes, mayo 11, 2009

Rainer Maria Rilke - Extracto Carta (I) a un joven poeta

lunes, mayo 11, 2009

París, a 17 de febrero de 1903

No hay más que un solo remedio: adéntrese en sí mismo. Escudriñe hasta descubrir el móvil que le impele a escribir. Averigüe si ese móvil extiende sus raíces en lo más hondo de su alma. Y, procediendo a su propia confesión, inquiera y reconozca si tendría que morirse en cuanto ya no le fuere permitido escribir. Ante todo, esto: pregúntese en la hora más callada de su noche: "¿Debo yo escribir?" Vaya cavando y ahondando, en busca de una respuesta profunda. Y si es afirmativa, si usted puede ir al encuentro de tan seria pregunta con un "Si debo" firme y sencillo, entonces, conforme a esta necesidad, erija el edificio de su vida. Que hasta en su hora de menor interés y de menor importancia, debe llegar a ser signo y testimonio de ese apremiante impulso. Acérquese a la naturaleza e intente decir, cual si fuese el primer hombre, lo que ve y siente y ama y pierde. No escriba versos de amor. Rehuya, al principio, formas y temas demasiado corrientes: son los más difíciles. Pues se necesita una fuerza muy grande y muy madura para poder dar de sí algo propio ahí donde existe ya multitud de buenos y, en parte, brillantes legados. Por esto, líbrese de los motivos de índole general. Recurra a los que cada día le ofrece su propia vida. Describa sus tristezas y sus anhelos, sus pensamientos fugaces y su fe en algo bello; y dígalo todo con íntima, callada y humilde sinceridad. Valiéndose, para expresarse, de las cosas que lo rodean. De las imágenes que pueblan sus sueños. Y de todo cuanto vive en el recuerdo.

Si su diario vivir le parece pobre, no lo culpe a él. Acúsese a sí mismo de no ser bastante poeta para lograr descubrir y atraerse sus riquezas. Pues, para un espíritu creador, no hay pobreza. Ni hay tampoco lugar alguno que le parezca pobre o le sea indiferente. Y aun cuando usted se hallara en una cárcel, cuyas paredes no dejasen trascender hasta sus sentidos ninguno de los ruidos del mundo, ¿no le quedaría todavía su infancia, esa riqueza preciosa y regia, ese camarín que guarda los tesoros del recuerdo? Vuelva su atención hacia ella. Intente hacer resurgir las inmersas sensaciones de ese vasto pasado. Así verá cómo su personalidad se afirma, cómo se ensancha su soledad convirtiéndose en penumbrosa morada, mientras discurre muy lejos el estrépito de los demás. Y si de este volverse hacia dentro, si de este sumergirse en su propio mundo, brotan luego unos versos, entonces ya no se le ocurrirá preguntar a nadie si son buenos. Tampoco procurará que las revistas se interesen por sus trabajos. Pues verá en ellos su más preciada y natural riqueza: trozo y voz de su propia vida.

Una obra de arte es buena si ha nacido al impulso de una íntima necesidad. Precisamente en este su modo de engendrarse radica y estriba el único criterio válido para su enjuiciamiento: no hay ningún otro.

(........) adentrarse en sí mismo y explorar las profundidades de donde mana su vida. En su venero hallará la respuesta cuando se pregunte si debe crear. Acéptela tal como suene. Sin tratar de buscarle varias y sutiles interpretaciones. Acaso resulte cierto que está llamado a ser poeta. Entonces cargue con este su destino; llévelo con su peso y su grandeza, sin preguntar nunca por el premio que pueda venir de fuera. (......)el ser creador debe ser un mundo aparte, independiente, y hallarlo todo dentro de sí y en la naturaleza, a la que va unido.

(Basta, como ya queda dicho, sentir que se podría seguir viviendo sin escribir, para no permitirse el intentarlo siquiera.) Mas, aun así, este recogimiento que yo le pido no habrá sido inútil : en todo caso, su vida encontrará de ahí en adelante caminos propios. Que éstos sean buenos, ricos, amplios, es lo que yo le deseo más de cuanto puedan expresar mis palabras.

(....) Al fin y al cabo, yo sólo he querido aconsejarle que se desenvuelva y se forme al impulso de su propio desarrollo. Al cual, por cierto, no podría causarle perturbación más violenta que la que sufriría si usted se empeñase en mirar hacia fuera, esperando que del exterior llegue la respuesta a unas preguntas que sólo su más íntimo sentir, en la más callada de sus horas, acierte quizás a contestar.



Le devuelvo los adjuntos versos, que usted me confió tan amablemente. Una vez más le doy las gracias por la magnitud y la cordialidad de su confianza. Mediante esta respuesta sincera y concienzuda, he intentado hacerme digno de ella: al menos un poco más digno de cuanto, como extraño, lo soy en realidad.

Con todo afecto y simpatía,

Rainer Maria Rilke

Comentarios

No hay necesidad de templos, no hay necesidad de filosofías complicadas. Nuestro propio cerebro, nuestro propio corazón, es nuestro templo. Mi filosofía es la bondad. Dalai Lama

seres humanos

Los seres humanos no nacen
para siempre el día en que sus
madres los alumbran,
sino que la vida los obliga
a parirse a sí mismos una y otra vez.

Gabriel García Márquez (1927-?)